lunes, 7 de enero de 2008

¡Los artistas son taaaaaaaan bestias!

En una de las entradas del blog Linkillo, fechada el viernes 21 de diciembre último, leemos:



Transcribo: Llegamos a la siguiente conclusión [con Edgardo Cozarinsky] en relación con la última entrega de Confesionario: ¡A quién se le ocurre invitar a "artistas" a que hablen! [tachado] Los artistas son tan bestias, quiero decir: taaaaaaaan bestias, que no controlan los efectos de discurso. Que hagan arte, los artistas. Que expongan en Ruth Benzacar, que vendan. Pero que nos ahorren la pesadilla de escucharlos.

No se entiende muy bien por qué el tachado, como si fuera una autocensura. Como sea, el comentario no sólo es triste. Es reaccionario.
Perdón ¿quién no controla los efectos de discurso?



Addenda

Es por lo menos curioso que quien dijo

Yo creo que aquello a lo que uno le da forma en la ficción es inventado a partir de cosas vividas. Hay un diálogo entre realidad e imaginación y llega un momento en que no se sabe exactamente cuál es el límite. En Maniobras nocturnas, por ejemplo, el narrador, que tropieza en una revista con el nombre de un ex compañero de la juventud disparando entonces un regreso a sus tiempos de servicio militar, puede tener un cincuenta por ciento mío y otro cincuenta inventado. O de pronto me digo: "Y eso inventado, ¿no está sacado de cosas que me contaron amigos?" Y si lo he elegido para alimentar el personaje, ¿no es porque corresponden a algo de ese personaje que tiene mucho de mí?

Luego no entienda el límite entre realidad y ficción y se queje:

Sólo en el emputecido mundillo del arte este hombre [por Guillermo Iuso] puede posar de artista

(Revista Veintitrés, jueves 13 de diciembre de 2007).

Al menos en la constante indagación sobre el sitio y los efectos de la ficción, Iuso parece ser mucho más efectivo que el autor de El Museo del Chisme.