La imaginación, una tecnología insuperable. Publicado hoy en ADN de La Nación.
por Rafael Cippolini
¿Qué sucedería si en mi rol de curador actuara como un hacker ? Hace casi siete años que el dúo de artistas italianos conocido como 0100101110101101.org presentó en la Bienal de Venecia un virus informático y lo transformó en una obra de arte (Biennale Py ) que proponía un nuevo tipo de formato estético, el virus art .
Estos activistas digitales pervertían el impenetrable anonimato de los hackers , su (aún) romántico ataque al estatus de las redes y, con ese gesto, producían el salto: el hackeo tomaba conciencia artística. Lo cierto es que el hackeo , en su mejor acepción, puede ser una de las formas de crítica cultural más activas al sistema, al señalar instrumentalmente su inconsistencia, sus abusos, sus exageradas ansias de perfección. Pero ¿qué significa hackear la institución Arte? ¿Boicotear una exhibición atacando su Web? ¿O ir más allá y cuestionar el rol de un sistema artístico cuando su medio no es solo físico sino también electrónico?
En la historia cultural del ciberespacio se discuten actitudes con respecto a su naturaleza: ¿estamos ante un espacio subsidiario, que en casi todos los casos depende de los campos tradicionales trazados por fuera del software ? ¿O se trata de un medio autónomo librado a sus propias reglas? ¿Es conveniente que el arte producido para la Web esté regulado por las mismas apreciaciones con las que se valora y percibe sin mediación un cuadro, un dibujo o una performance ?
Hace más de medio año me propuse realizar una curaduría en el mundo virtual Second Life. El motor era la intriga: ¿qué tipo de acción artística podía desarrollar en un entorno digital que sería imposible fuera de las coordenadas de un software ?
No me interesaba simular una exhibición de las que estamos acostumbrados a visitar, sino investigar las diferencias entre los dos ecosistemas. Comencé a estudiar qué tipo de percepción estética resultaba inédita en la novísima sociabilidad virtual y cómo intervenirla, desafiarla.
De manera simétrica al desafío que me había propuesto, pero en el sentido inverso, los artistas rosarinos que conforman el proyecto Compartiendo Capital desarrollan, desde 2005, una práctica artística vehiculizada en la filosofía del open source asociada al software . En su página (www.compartiendocapital.org.ar) lo explican así: "Nuestro objetivo es hacer funcionar los valores éticos que dinamizan las comunidades vinculadas a la programación en el entorno de las artes visuales. Nos gusta decir que Compartiendo Capital es peer to peer y face to face , y trasladar el entretejido de las redes virtuales a las redes reales".
Es decir, al mismo tiempo que me preguntaba con qué estrategias incitar otros modos perceptivos en un planeta de imágenes digitales, ellos exploraban la proliferación de la Web en nuestro ambiente unplugged . Ambas propuestas no son más que el sondeo de la imaginación que precipitamos en las máquinas. La tecnología, como el arte, comienza en la cabeza, ya que la imaginación es una tecnología insuperable.