miércoles, 29 de octubre de 2008

Culturas Anfibias en Villa Ocampo

La construcción de un imaginario no sólo define los deseos y temores de una cultura, sino que también nos provee las pistas necesarias para acercarnos a sus modos de construir sus pasados y futuros. A modo de notas al pie (letra chica, lateral) del seminario intensivo de mañana en Villa Ocampo, van estos dos textos. El primero es de Paul Virilio. El segundo, de Camille Paglia.


“Durante el primer conflicto mundial, el gran marchand René Gimpel había aprovechado el prestigio de una Francia en guerra para hacer conocer mejor el arte europeo a una buena cantidad de riquísimos industriales estadounidenses deseosos de crear colecciones o fundaciones.
En el curso de ese primer periplo, tuvo así la oportunidad de descubrir un pueblo de inmigrantes cuyo principal punto de referencia cultural era un arte por el arte de la eficacia técnica, prácticamente desconocido en Europa, “un materialismo que asumía la forma de un culto de la máquina que, propiamente hablando, era espantoso”, en esas ciudades inestables ya no fundadas alrededor de una iglesia o un templo, sino de una fábrica, el socavón de una mina, una estación, y a menudo abandonadas de la noche a la mañana.
Sin tales precedentes Hollywood, la capital mundial del motor cinemático, quizá nunca habría existido tal como la describió Cendrars en 1936, en una serie de artículos destinados al diario Paris-Soir: ciudad prohibida en un estado californiano en estado de sitio, vigilado por tres divisiones de la policía encargadas de reprimir sin piedad a los indeseables: enfermos o portadores de gérmenes deseosos de aprovechar la dulzura del clima pero, sobre todo, desocupados, mujeres solas, niños abandonados que iban a calentarse los pies y a arrojarse a la puerta de inmensos estudios-fábrica, cerrados como fortalezas, antes de ser devueltos finalmente al Estado del que eran originarios o internados en campos de concentración en pleno desierto”.


“La sociedad es una construcción artificial, una defensa contra las fuerzas de la naturaleza. Sin la sociedad, estaríamos a merced del mar de barbarie que es la naturaleza. La sociedad es un sistema de formas heredadas que suavizan nuestra humillante pasividad frente a la naturaleza. (…) La huida y el miedo marcan el inicio de la vida humana. La religión se deriva de la hechicería, de los rituales con los que se intentaba aplacar o hacer propicios a los elementos. Las regiones abrasadas por el sol o limitadas por la nieve siempre han estado escasamente pobladas, incluso hoy en día. El hombre civilizado se oculta a si mismo su sumisión a la naturaleza. La grandeza de la cultura y el consuelo de la religión le entretienen y le dan seguridad. Pero basta con el más leve guiño de la naturaleza para que todo quede en ruinas.”