martes, 4 de noviembre de 2008

Linkópolis


Información, ok. Pero por sobre todo estilos de información. Arquitectura de dígitos: dime quién los lee, cómo. Un conjunto de datos puede ser útil. Pero un buen análisis de ese mismo conjunto de datos multiplica su utilidad, es el núcleo más necesario del diseño de la información: lo que la vuelve más valiosa. Si la tecnología y el arte tienen algún valor es por sus usos.


La blogósfera es, antes que nada, un archivo de estilos. Estilos de compartir la navegación. De fabricarla. De subjetivizarla. Cada blog es una máquina de singularización de información. De nueva distribución.
Hace muchos años le escuché decir a Borges que un libro era la excusa para llegar a otro libro. En su política, un libro debía necesariamente que llevar a otro. Así, un blog instala un menú: otros sitios donde llegar.


Linkear no sólo es un acto de generosidad con aquel a quien linkeamos, sino también con el lector. Un link es poner a disposición. Dar una pista. Acercar un dato. Mostrar otra ruta. Otra puerta.
Aprendí a leer de ese modo. De muy chico, en la biblioteca en la que crecí, la Mentruyt, en Lomas de Zamora, en el Gran Buenos Aires. Durante muchos años fui uno de los muy pocos privilegiados que podía acceder a los anaqueles, husmearlos. Simplemente me sentaba con un banquito frente al estante y paneaba. No sé cómo surgió eso, pero siempre un libro me llevó a otro. Y a otro. Los libros que más me gustan son los que no se cierran sobre sí, sino los que me abren a más de uno con una atractiva recomendación, bien subjetivada.


Si bien son muy necesarias y las consulto constantemente, lo cierto es que me aburren las bibliotecas temáticas. Me saturan con mucha facilidad las endogamias. No existe mayor felicidad que el arte me lleve a ciencia, la ciencia a la literatura, la literatura a la moda, la moda a la filosofía, la filosofía a la política, la política a la antropología, la antropología a la tecnología y así. Adoro esa contaminación. Al fin de cuentas, y parafraseando a Mallarmé, el mundo existe para concluir en un buen ensayo.

Y un ensayo no es nada muy distinto a un ejército de pulpos que linkean con la más exquisita subjetividad.