viernes, 17 de abril de 2009
Bienvenida Tokonoma 13
Cada nuevo número de la revista es pura felicidad.
Lo que sigue es parte de un diálogo de Amalia Sato, su directora, con Damián Blas Vives para otra excelente publicación: Seda.
Sato: (...) Me acuerdo que me había encontrado con Jaime Rest, que fue profesor mío de literatura medieval, y me dijo una vez cuando me lo encontré caminando por Barrancas de Belgrano: “Usted, tiene que traducir El Libro de la Almohada”, cuando yo tenía veintipico de años; fue una premonición que finalmente se terminó cumpliendo. Pero me interesaba lo de Japón por esa cuestión de la escritura de mujeres, esa cuestión de género que se planteaba desde acá, y siempre se hablaba de la literatura de las mujeres del siglo X en Japón. Entonces empecé a leer ese libro, por curiosidad. Después avancé con el Romance de Genji, y me llamó la atención eso, que en Japón hubiese aparecido en un momento una escritura de mujeres que hiciera que se hablara de escritura femenina en la referencia a toda la literatura japonesa. No sé si se entiende."
Seda: ¿Hablás de una característica femenina común a toda la narrativa japonesa?
Sato: Claro, o sea, las mujeres participaron del proceso de modificación de los ideogramas chinos junto a los hombres. Yo en un principio tenía una visión entre comillas feminista del papel de las mujeres, pero si no hubieran sido pares con los hombres al convertir esa escritura en la literatura amorosa, en la literatura epistolar, etcétera, no se habría conservado esa modificación caligráfica que fueron ejerciendo sobre los ideogramas, que los terminó transformando en un sistema fonético. Y esa escritura de mujeres, de mano de mujer, después hizo que se tiñera toda la literatura japonesa con el adjetivo de femenino. Todo lo que los hombres también sentían se designaba como femenino. Ese es un tema de género que hasta el día de hoy, yo creo, está trabajando en la cultura japonesa y hace que resulte tan atractiva. Lo femenino no es necesariamente mujer. Ese paso de hombre-mujer, mujer-hombre, como un travestismo cultural, que en el caso de Japón tiene su origen desde la fundación de la propia escritura. Así que bueno, ahí empezaron mis lecturas japonesas, un poco desordenadas…
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