viernes, 4 de septiembre de 2009

Nietzsche se consigue un “modem” (El cuerpo hiperenlazado)

Arthur Kroker y Michael Weinstein.


¿Por qué sentir nostalgia? El antiguo modelo de cuerpo estaba bien, pero el cuerpo cableado con su micro-carne, sus puertos de canales multi-media, sus dedos cibernéticos, y su espumoso neuro-cerebro sutilmente conectado al “sistema operativo estándar” de Internet es infinitamente mejor. Realmente no es el cuerpo cableado de la ciencia ficción con su aire de diseñador mutante, ni tampoco la carne del cuerpo con sus fantasmales recuerdos de la filosofía del siglo diecinueve, sino el cuerpo hiperenlazado como ambos: un sistema nervioso de cables incrustado en carne viva.

¿Un cuerpo hiperenlazado en carne viva? Ese es nuestro futuro telemático, y no es necesariamente tan inhóspito. La tecnología siempre ha sido nuestro ambiente protector: no una naturaleza de segundo orden sino una naturaleza primaria para el cuerpo del siglo veintiuno. Al final, la clase virtual es anticuada. Se ajusta a una antigua forma histórica de capitalismo y en su nombre pretende cerrar las posibilidades creativas de internet.


La carne viva se rebela contra la clase virtual, no quiere estar unida a través de modems y cajas negras de sofware externo, pero en realidad quiere estar en Internet. La clase virtual quiere apropiarse de las tecnologías que están surgiendo para tener el poder político sobre el ciberespacio, quiere arrastrar a la tecnotopía, de nuevo, a la primitiva edad de la política del capitalismo depredador. Pero la carne viva desea algo muy diferente. A diferencia del rechazo (típicamente europeo) de tecnotopía en favor de un movimiento nostálgico recientemente surgido bajo el lema de “vuelta al vinilo” en música, o”vuelta al lápiz” en literatura, nuestra carne cableada quiere instalarse decididamente en la era de la tecnotopía. Operando a través de la estrategia estética de la completa identificación con el objeto temido y deseado, el cuerpo hiperenlazado insiste en que la nuestra es todavía la era del post-capitalismo e incluso de la post-tecnología. Tomando la intención de virtualidad con seriedad, demanda sus derechos telemáticos a ser un cuerpo enlazado y en funcionamiento: ser un pensador multimedia, recomponer los puertos de entrada de datos en su cibercarne mientras navega por Internet, para crear visiones estéticas que equivalgan a las virtualidades puras encontradas en cualquier lugar de la superautopista digital actual, y para convertirse en los datos que muestran ese punto de implosión en el que finalmente el cuerpo se libera del mito de la cultura cableada que lo sometía, para convertirse en inalámbrico.


¿El cuerpo inalámbrico? Es el cuerpo vacío que flota a la deriva en los escombros de tecnotopía: carne encriptada en un mar de datos. El sucesor perfecto en evolución de la carne del siglo veinte, el cuerpo sin cables fusiona la velocidad del cambio virtualizando su estructura celular. Sus información genética es directamente transferida para convertise en carne conectada, para una mejor navegación a través de las multitudes traidoras de la galaxia electrónica. No un cuerpo sin memoria o sentimientos sino todo lo contrario. El cuerpo sin cables es el terreno de batalla de los principales conflictos éticos y políticos de finales del siglo veinte y principios del veintiuno.

Tal vez el cuerpo sin cables tan sólo sea un depósito de datos en blanco, un disco duro en que todos los residuos brillantes de tecnotopía se mezclan en nuevas formas de combinación. En este caso el cuerpo sin cables sería un chip indefinidamente reprogramable: carne microsoft cuyo “standard operating system” de la nueva era electrónica, proveniente de alguna serie de TV, se da la vuelta en el cuerpo orgánico y es conectado a un carne residual.

Pero el cuerpo sin cables podría ser, y ya es, algo muy diferente. No el cuerpo como una red orgánica para mostrar con pasividad todos los bytes a la deriva de la cultura, sino el cuerpo sin cables como un lugar teórico y político altamente cargado: un campo en movimiento de concurso estético para reprogramar el imperio galáctico de tecnotopía. La cibercarne puede hablar con tanta confianza sobre la posibilidad de la democracia multimedia, del sexo sin ocultación y de las ciberrelaciones integradas porque ya ha llegado a la otra parte de technotopía: al punto de brillante disolución donde la red cobra vida y comienza a hablar en el idioma de los cuerpos sin cables en un mundo sin cables.


Ya hay muchos cuerpos sin cables en Internet: muchos viajeros de datos en la autopista virtual se las han apañado para, pese al peso del capitalismo depredador de la clase virtual e incluso los prejuicios humanistas más pesados contra la carne libre, hacer de internet un lugar agradable para la fusión de las olas de partículas de todos los datos históricos en un nuevo tipo de cuerpo: cuerpos hiperenlazados que circulan saludando en la red, en el espacio electrónico.

Al rechazar ser carne vendida por la clase virtual, el cuerpo hiperenlazado desvía la virtualidad hacia sus propósitos. Aquí la voluntad de virtualidad deja de ser unidimensional para convertirse en un proceso doble, horrible aunque creativo, espacial aunque memorial, en un juego violento como el cuerpo hiperenlazado. Siempre esquizoide aunque completamente integrado, el cuerpo hiperenlazado engulle su modem, corta sus conexiones de cables con la autopista de la información y se convierte en su propio sistema operativo software, combinando y silenciando la tormenta de datos circundantes en nuevas virtualidades. ¿Y porqué no? La carne humana no existiría más sino como un corte en el mundo sin cables. Rechaza entonces la nostalgia del pasado superado de la carne permanente e hiperconduce tu camino hacia el cuerpo del (world wide) web: el cuerpo que verdaderamente baila sobre sus propios órganos de datos, ve con pantallas gráficas de multi-media, hace nuevos buenos tele-amigos en el MOO, escribe poesía electrónica en los límites difusos del video, sonido y texto integrados, e insiste en atravesar el tedioso mundo de las divisiones binarias para avanzar hacia nuevas cibermatemáticas.


De ese modo, el cuerpo hiperenlazado es el pionero de un nuevo mundo de políticas multimedia, economías fractalizadas, personalidades fabricadas y relaciones interconectadas (cibernéticamente). Después de todo, ¿por qué la clase virtual habría de monopolizar la realidad digital? Sólo pretende suprimir las posibilidades creativas de la virtualización, favoreciendo en cambio las tendencias de tecnotopía hacia nuevas y más viciosas formas de ciber-autoritarismo. La clase virtual sólo quiere subordinar la realidad digital a los designios del capitalismo. El cuerpo hiperenlazado responde al desafío de la virtualización haciéndose a sí mismo un doble monstruoso: virtualidad pura / carne pura. Consecuentemente, nuestro futuro telemático será o el cuerpo inalámbrico instalado en la red como un chip de secuencias microprogramado por la clase virtual para sus objetivos de máxima productividad, o el cuerpo sin cables como exploración en los límites de la subjetividad crítica en el siglo veintiuno. Si la clase virtual es la sucesora post-histórica de la antigua burguesía del primitivo capitalismo, entonces el cuerpo hiperenlazado es el equivalente en internet de la comuna parisina: anarquista, utópica y en continua revuelta contra la supresión de las posibilidades tele-humanas generales de la red en favor de intereses específicos (monetarios) de la clase virtual. La clase virtual es el interés particular que debe ser superado por el cuerpo hiperenlazado si se quiere que la red respete una ética dulce.

¿Ética dulce? Nietzsche tiene ahora un módem y está reescribiendo las últimas páginas de “La voluntad de Poder” como “La Voluntad de lo Virtual”. Como santo patrón del cuerpo hiperenlazado, Nietzsche es un dato sin sentido para la superficie lisa y uniforme de la clase virtual.

Leído acá.