sábado, 12 de septiembre de 2009

¿Qué es la autoría tecnológica?


La piratería y la propiedad intelectual

Kavita Sara Philip

Fue una respuesta cierta y pertinente la que un pirata capturado le dio a Alejandro el Grande. Pues cuando el rey le preguntó al hombre qué se proponía apoderándose del mar, él le respondió con evidente orgullo: “Lo que te propones al apoderarte de la tierra entera, pero como yo lo hago con una insignificante barca me llaman ladrón, mientras que si tú lo haces con una gran flota te llaman emperador”.
San Agustín

Tú, caballero, puedes decir: “Eh niña, ¡termina con esos pisos!
¡Sube! ¿Qué te pasa? ¡Gánate el sustento!
Me lanzas tus cuerdas
Y cuidas los barcos
Pero yo cuento cabezas
Mientras hago las camas
Pues nadie va a dormir aquí, querido

Y en la quietud de la muerte
… apilarán los cadáveres
Y diré entonces:
“!Que te sirva de lección!”
Kurt Weill y Bertold Brecht, 1928; Nina Simone, 1964.


La figura del pirata ha funcionado normalmente como la de un subalterno en términos de raza y género que invierte las relaciones hegemónicas de poder. En la anécdota de San Agustín, un pirata “bárbaro” subvierte retóricamente el poder imperial de Alejandro, mientras que Brecht evoca la amenaza revolucionaria personificada en una sirvienta, cuya identidad secreta como el Capitán Pirata del Carguero Negro le permite llevar a cabo su venganza final contra la opresión de clase y de género.
Los piratas que amenazan invertir las relaciones de poder apropiándose de cosas menos tangibles que barcos y cuerpos han llegado a ser una creciente preocupación para los administradores de la globalización económica del siglo XXI. Apropiándose, modificando y compartiendo una variedad de objetos menos tangibles pero igualmente cruciales, los ladrones de propiedad intelectual trafican hoy con imágenes, música y software. Aunque los analistas del mercado ven este fenómeno como un problema nuevo, supuestamente acelerado por la importancia sin precedentes del conocimiento como una de las fuerzas de la producción económica, los historiadores de la ciencia y del derecho relatan casos de robo de propiedad intelectual que preceden por dos siglos al actual discurso de RPI (robo de propiedad intelectual).


Adrian Johns rastrea numerosas actividades piratas durante el siglo XIX y comienzos del XX, en la cultura impresa del otro lado del Atlántico, que incluyen piratería de partituras y otras infracciones al copyright de medios impresos en Gran Bretaña y los Estados Unidos. Richard Drayton mostró cómo las redes imperiales británicas de conocimiento en botánica, cuyo centro de operaciones se encontraba en los Kew Gardens en Londres, elaboraron intrincadas conexiones entre el conocimiento científico, el comercio colonial y especímenes de plantas alrededor del mundo, constituyéndose así en una de las muchas “economías coloniales de conocimiento” de los siglos XVIII y XIX.

Estas redes ecológicas fortalecieron el poder militar y económico británico e invariablemente se apoyaron en la apropiación, por parte de la metrópoli, del conocimiento ecológico producido en los márgenes del imperio (Drayton, 2000; Philip, 1995). Aquí el estado colonial y las organizaciones científicas como los Kew Gardens y la Royal Geographic Society podrían ser acusados de piratería. El crecimiento del conocimiento científico mismo depende de difusas redes globales de participación, anteriores incluso al período colonial; por ejemplo, la ciencia europea del Renacimiento no podría haber surgido sin las múltiples apropiaciones de textos e ideas del saber medieval islámico.
Incluso la “verdadera” piratería marítima no es de ningún modo un vestigio del pasado; funciona aún hoy gracias a la fuerte confianza en la tecnología global de comunicaciones. La Agencia Marítima Internacional reportó 445 ataques de piratas a barcos durante el año 2003 y 325 en 2004, muchos de los cuales ocasionaron la muerte de tripulaciones enteras . El antiguo editor de Wired, Mark Frauenfelder, sugiere que:


La mayoría de los piratas saben con anticipación si vale la pena atacar el barco y su carga, puesto que usan equipos de última tecnología para monitorear las comunicaciones Inmarsat e incluso las transmisiones por fax donde se detalla cada ítem de la carga. Una porción considerable de las unidades de recepción de Inmarsat que se venden en Alemania o los Estados Unidos son enviadas a aquellas regiones donde prestan un invaluable servicio a los piratas de la era moderna (Fravenfelder, 2004, 2004: s/p) .
La red Inmarsat fue creada originalmente para uso marítimo y las unidades marítimas de ejecución legal admiten estar muy inquietas por su uso en manos equivocadas. Los piratas, expertos en tecnología, desarrollan procesos de inteligencia cada vez más certeros incluso contra los intentos de las unidades de ejecución legal de incrementar la seguridad por medio del mismo desarrollo tecnológico. El ejemplo más famoso de preocupación con respecto al uso de comunicaciones satelitales por parte de “villanos” es el caso de Osama bin Laden, cuyo teléfono satelital Inmarsat, comprado en Nueva York en 1996, lo conectaba con una red global de socios.


Los discursos contra la piratería se cruzan frecuentemente con los discursos sobre seguridad antiterrorista, en los que tanto piratas como terroristas constituyen amenazas a los mercados libres y a las naciones civilizadas. El sociólogo de los medios Nitin Govil sostiene que la relación entre la piratería de la propiedad intelectual y el terrorismo ha sido naturalizada por quienes determinan las políticas, por la policía internacional y la cultura popular desde el 11 de septiembre: “Por ejemplo, los detectives británicos denuncian que el 40% de las confiscaciones antipiratería en el Reino Unido lo constituyen DVD paquistaníes, y señalan que las ganancias de las versiones piratas de Love, Actually y Master and Commander van a las arcas de los operativos de Al Qaeda con base en Paquistán” (Govil, 2004: s/p).

En febrero de 2003, una historia en la portada de Forbes pintó la piratería china como un pequeño dragón engullendo la cabeza de Bill Gates, quien se muestra confundido, pero no demasiado preocupado. El tema aparece representado como problemático para los negocios occidentales, pero también como algo que será superado inevitablemente con la llegada de la plena modernidad a las naciones atrasadas. En enero de 2005, sin embargo, la piratería china fue catalogada como una amenaza permanente a la seguridad nacional de los Estados Unidos en un artículo de la revista New York Times.

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