viernes, 19 de febrero de 2010

Mondo Spook


LO VIRTUAL. País de espías (Spook Country). La nueva novela de William Gibson, una trama techno sobre la paranoia de la localización global, con un contenedor ilocalizable y su valioso contenido como obsesivo objeto de búsqueda. Alrededor de este nódulo contemporáneo se reconstruye un mundo difuso, situado entre lo real y lo virtual, lo material y lo tecnológico, siguiendo la premisa de que el ciberespacio (“See-bare-espace”) ha comenzado a exteriorizarse, permitiendo una contemplación desnuda del espacio real. Un mundo alucinante poblado por artistas como Alberto Corrales, creador de un localizador virtual de celebridades muertas. Un casco galáctico y un dispositivo GPS bastan al usuario para ver el cadáver de River Phoenix caído en la acera del Viper Room. Un aparatoso monumento a Helmut Newton al pie de la autopista donde se produjo su accidente mortal. Scott Fitzgerald padeciendo un ataque cardíaco en un antiguo café suplantado por una megatienda Virgin como alegoría cultural de nuestro tiempo. Crípticas señales funerarias por los miles de muertos de Irak. Cruentos hologramas que ocupan un repliegue del espacio visible. El espacio local recupera así el poder de resucitar el tiempo muerto de la historia como inserto visual en el presente. Tiempo muerto o tiempo de los muertos, país espectral, presencia siniestra y fantasmal aguardando aparecer de ese modo tenue que propicia la mediación de la tecnología. El lugar ya no es sólo un lugar en esta configuración contemporánea. Es el enclave de una intersección visionaria. El umbral del acontecimiento espectacular que conecta cualquier punto aislado con la totalidad de la que forma parte. Arte (multi)locativo. Todo espacio local se ha vuelto ubicuo y deslocalizado en potencia. Toda estética es, de por sí, geopolítica. Esto sólo quiere decir una cosa. Una cosa importante. El presente es el futuro.

Por Juan Francisco Ferré. Leído hace varios días acá.
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