Un ensayo implica –no lo puedo pensar de ningún otro modo- experimentar con un modelo retórico. Jugarse en las palabras. Ensayar será en todos los casos ensayar una lengua, es decir, exponerse al balbuceo. José Luis Brea lo hacía: siempre admiré el sitio desde el cual construía su visión. Subía la apuesta y avanzaba decidido por donde los demás sólo exhibían cautela (y en términos ensayísticos, jamás es un buen espectáculo). Hablé una sola vez con él, hace algunos años, en Montevideo. Me hubiera encantado haber dialogado mucho más.
Extrañaré sus textos.