martes, 5 de febrero de 2008

Mejor estar en otro lado

De eso se trata: de relativizar las expectativas.
Simplemente avanzás y encontrás otro planeta al que no tenías previsto llegar.
Encontré estos ejemplos en lo que va del día.

Wayne Coyne (cantante de Flaming Lips en diálogo con Rolling Stone)


¿Tu vida y tu carrera salieron como esperabas?
No. Cuando era chico pensaba que cuando tuviera 21 años sería una estrella de rock y a los 25 moriría de una sobredosis. Nunca pensé que iba a estar en una banda como Flaming Lips y seguir haciendo lo que amo a los 46 años. Así que estoy feliz de que el sueño que nunca tuve se haya hecho realidad.



Ángel Faretta (teórico de cine y narrador en diálogo con Mariano Kairuz en Radar)

“(…) No quise seguir estudios universitarios porque yo ya había decidido que quería dedicarme a la escritura. Y porque de chico leí algo que escribió Bioy Casares y que después él me dijo personalmente, que es que si uno va a estudiar a la universidad no le queda tiempo para leer. Entonces me formé particularmente, con amigos, muy queridos, y empecé a escribir hace casi treinta años. Y se dio la casualidad de escribir de cine. Podría haber escrito sobre literatura –cosa que hice, por otro lado– o de teatro. Me hubiera encantado escribir de boxeo, en realidad, de tanto seguir las peleas de Nicolino Locche. Pero me empezaron a pedir notas de cine. El cine siempre me interesó, pero curiosamente, recuerdo que empecé a ver ópera antes que a ver películas, fui al Colón antes que al cine. Hasta que en un momento ocurrió que el cine se fue convirtiendo en el lugar de cruce de un montón de cosas que yo quería decir. Siempre tuve un espíritu teórico, reflexivo, y me empecé a apasionar por algunos directores. Uno (Hitchcock), que está en la tapa del libro [El concepto del cine], para muchos de nosotros es El Cine. Y como ha pasado con mucha otra gente a lo largo de la historia, no me satisfacían mucho las críticas, las historias y las teorías de cine que existían. No había mucho y lo que había me parecía que eran cosas más bien espontáneas, intuitivas, de entusiasmo, impresionistas. Y si bien había muchos críticos a los que les apasionaba el mismo cine que a mí, por ejemplo el clásico norteamericano, o el cine de Visconti, me parecía que daba para más. Entonces me dediqué a hacer mi propia teoría.”