¿Qué es Atsuko-Ku? La reescritura de un cuento japonés milenario (algunos historiadores se inclinan a pensar que es la primera obra de ficción japonesa, obra de una cortesana). Una versión intervenida que propusimos para funciones de kamishibai.
Los textos que siguen fueron escritos para un catálogo que publicó el Centro Cultural de España en Buenos Aires en versión reducida, por lo cual quedaron inéditos. Hasta hoy.
Una parte gigante de nuestras vidas trascurre mientras dormimos y soñamos. Nuestro inconsciente es un fabuloso depósito de los estilos de todos cuantos somos cada uno de nosotros cuando huimos de la vigilia. Supimos desde un primer momento que el relato que nos fue propuesto para el Teatro de Papel iba a ser reescrito, mil veces desensamblado y parafraseado por esa multitud de quienes somos en los sueños que a su vez no son nada distinto al archivo infinito de todo lo que amamos y tememos. Ilustraciones que desde nuestras infancias regresan a nuestros pensamientos una y otra vez, fragmentos de cuentos, leves torbellinos de sensaciones que creíamos desterradas de nuestras cabezas comenzaron a reordenarse en otras imágenes y palabras. Primero en el texto, donde los volúmenes y actores mutaron, los escenarios y las procedencias fueron interceptadas por incrustaciones de experiencias muchas veces indescifrables. Rescribirlo fue jugar a que nuestro heterónomo se trasfigurara en un autor anónimo y universal, lejano y simultáneamente muy próximo. Ilustrarlo fue reinventar una adorada tradición, hacer de nuestros gustos un desafío. Los colores y las formas nos dictaron el camino y cada hallazgo lo vivimos como un naciente desafío. Navegar por la historia de esta belleza saturnal fue una aventura que llegó de una vez y para siempre. Hoy tenemos una extraña sensación: en otra época, cuando todavía no éramos quienes somos, contemplamos esta pieza teatral y terminamos hipnotizados. ¿Cómo y por qué sucede esto? Ojalá Atsuko Ku, la Princesa de Saturno, nos lo diga mientras dormimos.
Rafael Cippolini siempre se declaró fan de los antiquísimos relatos orientales reinventados por alucinados occidentales. “El Oriente nos sigue colonizando así, y no puedo percibir este síntoma sino como una dicha. ¡Sigan colonizándome, por favor! No hay nada que desee más que reencarnar en el hijo telépata del Duque Wen de Jin (Siglo VII a.dC)” declaró en alguna oportunidad. Es autor de una veintena de mínimas fábulas chinas absolutamente imaginadas y parcialmente inéditas. Amenaza con escribir un tratado de chino galáctico (una saga maoísta interplanetaria) para la que se reserva un papel subalterno: el Mandarín Chu-Wain, piloto de la Gran Nave Imperial del poderosísimo Mao Interestelar.
María Delia Lozupone, autora de las imágenes, no descarta la posibilidad de continuar dibujando la aventurera vida de la bellísima princesa Atsuko Ku luego de su regreso a Saturno. “En un futuro, quizá nada lejano, me entusiasmaría imaginar los colores y los gestos de los palacios de ese planeta tan grande y misterioso, sus paisajes, jardines y mascotas, así también como los estilos artísticos y culinarios de los súbditos de la Princesa de Verdes Cabellos: su mundo de sensaciones” dijo hace poco. También cita como referencia ineludible (“un motor de inspiración contínua”) el cuento de Andersen “El Ruiseñor”, en la versión de sus admirados Beatriz Ferro y Ayax Barnes, que comienza así: “En la China, como ustedes sabrán, el emperador es chino y chinos son cuantos lo rodean”, para concluir muchas páginas después con el mismo emperador diciéndole a sus lectores: “¡Tengan muy buenos días!”.
Ustedes también.