miércoles, 30 de julio de 2008

Arno, siempre Arno



"No se puede no leer a Arno Schmidt. Tarde o temprano se llega a él, porque es así, porque está allí. Siempre hay un momento en que su nombre aparece (Saer lo dejó escapar en una de sus últimas entrevistas, Luis Gusmán le rinde tributo, Luis Chitarroni le rinde pleitesía, el que escribe esto lo considera un semidiós), y como ocurre con ciertas mezclas alcohólicas, una vez que se lo prueba no se puede prescindir de él. ¿Por qué? Porque obliga a cambiar de rumbo, por lo tanto obliga a que uno lo recuerde todo el tiempo, porque de una otra forma lo que consiguió es cambiarnos la vida.
Arno Schmidt (1914-1979) es a la literatura alemana lo que James Joyce a la literatura en lengua inglesa. Hay una anécdota difícil de creer proviniendo de un escritor de su talla, pero al parecer Schmidt escribió gran parte de su obra desconociendo completamente a Joyce. Fue en la época en que tradujo My Brother's Keepers (se publicó en español con el título: Mi Hermano James Joyce), de Stanislaus Joyce. Raro si se piensa que su relato Leviatán, de 1949, fue concebido y escrito a la luz de vaya uno a saber qué inspiraciones, ignorando a Joyce. Pero supongamos que son cosas que pasan, que es cierto. Y sí, es raro.
Si bien se dice que Schmidt representa el típico exponente del "escritor para escritores", esa es una calificación falaz, porque si así fuera su influencia en buena parte llega al gran público, como sucede. Günter Grass dijo una vez: "Cuando nosotros —aun los que no lo han leído— abrimos la boca, estamos respetando su puntuación: Arno Schmidt es contagioso". Günter Grass no es un agente de prensa, es uno de los más grandes escritores del siglo XX: estaba hablando en serio.
En lengua española sus obras no corrieron gran suerte, aunque poco a poco, por goteo, la cosa está cambiando. A sus escasas obras traducidas (trabajosamente, por otra parte: Arno Schmidt es intraducible) acaba de sumarse otra, que este año estará en las librerías de Buenos Aires: El Brezal de Brand, la novela intermedia de una trilogía que recién ahora se completa y que comienza con Momentos de la Vida de un Fauno y concluye con Espejos Negros, la primera editada en castellano por Fundamentos y la última por Minotauro, ambas en España. La editorial en cuestión, Laetoli, emprendió una misión por demás loable: rellenar de una vez por todas el bache schmidtiano publicando sus obras en una colección cuyo nombre, a esta altura, no requiere explicaciones: "Maestros del siglo XX".
Guillermo Piro.