viernes, 12 de septiembre de 2008

Enlacelandia. Las formas culturales redefinidas en links

No es la instantaneidad.
Ni la ubicuidad.
Son los links.
Ellos definen nuestra cultura.
Estos enlaces, múltiples, impensados.
No se trata de la vieja distinción analógico/digital o físico/cyberespacio.
Se trata del nivel de conexión que produzcamos.


¿Qué es producir conexiones?
Estamos habituados sólo a realizar ciertas conexiones. Con esto quiero decir: encontramos lógicas ciertas conexiones. Los dominios de saber nos han formateado en esto. Tenemos terror a los cortocircuitos.
Fuimos moldeados en el imperativo de no hibridizar, del anatema al mestizaje, del terror al eclecticismo. Ahora sabemos que los cruces, las intersecciones, las mezclas, las reuniones, son un camino maravilloso para conocer y aprender.


En el mundo del arte brotan las residencias de artistas precisamente por esto. Porque es el sitio donde se producen estos cruces. Otras políticas de conexión. Ya no estamos encerrados en el mandato de una tradición que nos confina en un espacio reducido. Somos unidades móviles, espacios de circulación.

No se trata del almacenamiento de información en cantidades inconcebibles. O no sólo. Nuestras culturas siempre reservaron como pudieron sus sitios de preservación del pasado. Ni tampoco de la exclusividad de generar cada vez presentes más amplios con materiales que se diferencien de esos bancos de memoria acumulativa. Lo más interesante de la web no se define sólo en la tecnología sino en los nuevos diagramas y distribuciones que traza.


Escribe Frans Johansson en “El efecto Medici”:
“Todo está conectado de un modo u otro. La cuestión consiste en ver cómo se conectan las cosas y en saber utilizar esas conexiones.
(…) Espere lo inesperado. Si lo hace podrá ver el mundo desde otras perspectivas. De repente, encontrará esas intersecciones por todas partes.”