sábado, 27 de diciembre de 2008

Un año incubadora


Publicado en ADN-La Nación

Si la referencia se determina por las propuestas del arte contemporáneo argentino de las últimas generaciones, posiblemente el 2008 será recordado como un año incubadora, otro período de discretos cambios, ese momento en que comienzan a volverse visibles otras apuestas no por muy personales menos significativas.

Mientras que en los ámbitos más oficiales o establecidos la sensación ambiente fue la de un prolongado déjà vu, o peor, la justa inversión de un less is more, clásico eslogan minimalista nunca feliz cuando se aplica a una escena -hartazgo de repeticiones (en este caso un potente "más es menos") cuyo más conclusivo síntoma internacional fue el leitmotiv de la Bienal de San Pablo que acaba de finalizar-, una sucesión de notorios giros en la producción de artistas de no más de 30 años y de menor edad nos permiten vislumbrar algunas direcciones (tan eclécticas como sorprendentes) de las mejores tendencias por venir.

En un horizonte en el cual varias de las más celebradas referencias de esta primera década del siglo XXI ya son historia (Belleza y Felicidad, la última edición de la Beca Kuitca, la revista ramona ) se vuelve necesario volver a revisar una trayectoria tan peculiar como la de la galería Appetite, en todas sus brillantes, polémicas y extravagantes aristas (ver Divorcio en Appetite , adn cultura, 29 de noviembre de 2008). Un ascenso meteórico, la consiguiente y desmedida sobreexpansión -múltiples emprendimientos en Buenos Aires, Nueva York y Londres- y, por último, una explosión que concluyó con la desvinculación de una parte sustancial de su staff : la arriesgada y vertiginosa apuesta de Daniela Luna, a contramano de los cautos tiempos que puntúan a nuestras instituciones, resulta tan inédita como singularísima en nuestro medio.

Mientras tanto, algunos de sus más elogiados artistas fueron avanzando hacia zonas por completo divergentes de sus creaciones más transitadas.

Así, sorprendió Martín Legón con La fortaleza de la soledad, videoinstalación que volvió a poner en evidencia su solidez en un más allá de sus pinturas y dibujos. Lo mismo que Aunque me lavase con agua de nieve todavía me hundirías en el lodo, cita del bíblico Libro de Job que la ascendente Verónica Gómez eligió como título para disparar una etapa de investigación estética por completo novedosa en su proyecto Laboratorio(s) Baigorria, muestra que por otra parte funciona como capítulo final de una época de Appetite.

En esta galería también tuvo lugar, en el mes de mayo, la curiosa retrospectiva del colectivo Rosa Chancho, invariablemente críticos, desenfadados y espectaculares. Un gang siempre mutante cuyos periplos nunca conviene perder de vista. Legón-Gómez-Rosa Chancho: cada uno en su estilo, reinstalan distintas políticas de la práctica artística como cambio e imprevisibilidad, reformulación de materiales en la cual lo obvio o adivinable no tiene lugar.

En otro circuito (o subcircuito), Adrián Villar Rojas (invitado, al igual que Verónica Gómez, a la II Bienal de Fin del Mundo) finalizó su año con Lo que el fuego me trajo, consagratoria exhibición en Ruth Benzacar, sin duda una de las más impactantes de 2008.

Mención aparte para los heterogéneos hallazgos curatoriales de Laura Spivak, en especial para Toponave, resultado del trabajo conjunto de dos de los grupos clave de esta década: Provisorio Permanente y Oligatega Numeric. Estos últimos por su parte también experimentaron un giro con El Enorme pictocromo, muestra en la galería Daniel Abate que los posiciona en su veta menos publicitada: la de excelentes pintores.

Alejado hace tiempo de los espacios de exhibición, el regreso de Marcelo Alzetta con Windows 77: fantasía en la sala LDF de San Telmo fue otro de los hechos más significativos de la segunda mitad del año. Sin prensa, el discípulo de Alberto Breccia desplegó un imbatible catálogo de retratos de freaks gestados en su exilio tandilense. Un ejercicio de zoología fantástica que define nuestra contemporaneidad con los modales menos complacientes.

Para finalizar, por estos días todavía puede visitarse en el MUNT (Museo de la Universidad Nacional de Tucumán), con curaduría de Jorge Figueroa, Escena Pop 2 . Clínica de rehabilitación para artistas adictos y en crisis, suerte de movida en exposición que reúne gran parte de lo imperdible de esta novísima promoción de artistas: desde el dúo de performers-rappers Pan Duro (Belén Romero Gunset y Soledad Alastuey, quienes obtuvieron una mención en la última entrega del certamen Curriculum Cero), a Lucrecia Lionti, la diva Marlok, Rolo Juárez y Marcos Bauzá, Sebastián Rosso y el colectivo Menos Nosotras Dos, entre otros.