lunes, 19 de enero de 2009

Addenda: más sobre la antropología del olor


Comenzamos con esto en el posteo anterior. La digitalidad posterga el olfato, el tacto, el gusto. El avance de la vista y nuestros oídos los entroniza en un siempre desmesurado privilegio. Jamás pensamos lo suficiente en qué alarmantes proporciones nuestras experiencias siguen regidas /comandadas por la vista y nuestras audiciones. ¿No es tiempo de abrirnos más y más a la conquista de la demorada tríada?

Nuestro segundo avance en este blog: comenzamos con un breve fragmento de “Odolorogías, cosmologías” una vez más, del antropólogo francés David Le Breton.


“A veces el olor sirve culturalmente para pensar el mundo, para actuar sobre él. Lejos de una “visión” del mundo, una “olfacción” del mundo se impone entonces, una odorología antes que una cosmología. La carne de su universo emite una pluralidad de olores que los hombres tratan de controlar. Se trata de culturas olfativamente orientadas, allí donde la mayoría privilegia la vista. Los húmedas de Nueva Guinea hacen del olor un principio que actúa sobre el mundo. Los que emanan de preparaciones mágicas poseen un poder de acción propia. El Oktesap es un perfume que se lleva en una bolsita colgada del cuello y cuyo aroma tiene la propiedad de atraer los cerdos salvajes hacia el cazador. Se piensa asimismo que ese olor suave que acompaña al cabo del día actúa también durante la noche. Al alimentar los sueños del cazador, el perfume le trae suerte. Se traslada entre los mundos, opera tan bien en los sueños como en las actividades diurnas. Su uso le procura al individuo y a su entorno ‘menos una oportunidad de buena fortuna, de felicidad o de vida dulce, que la propia condición para esa existencia”.