domingo, 8 de febrero de 2009

¿De qué hablamos cuando hablamos de cybercultura?


Hay quienes la entienden únicamente como una subcultura, esto es (sigamos a Wikipedia) “un grupo de personas con un conjunto distintivo de comportamientos y creencias que las diferencia de la cultura dominante de la que forman parte”. ¿Y qué las convocaría, entonces? Las posibilidades culturales de un nuevo universal: lo digital.
Por eso muchos hablan de cybercultura como una especie de jerga e imaginario de desarrolladores de software que luego se expande hacia otras áreas de la cultura. Los programadores como los salvadores de las idea más tradicional de vanguardia.


¿Pero no fue el mismo Lev Manovich quien advirtió en más de una oportunidad que vivimos en un tiempo de usuarios inteligentes? ¿Qué quienes usan software resultan tan fundamentales en el desarrollo de sus posibilidades como los mismos programadores? Partes de un diálogo intenso.
Además, el gran paradigma no es sólo lo digital, sino su inabarcable posibilidad, la web. Y ya sabemos que la red se extiende mucho más allá del ghetto de los programadores y amantes de las novedades industriales. Va más y más lejos.
En el Jargon File, célebre diccionario y manual de creencias y apuestas hacker, los intereses se expanden tanto más allá de lo estrictamente electrónico para transformarse en una forma de vida.


Mis intereses están tanto del lado de la cultura como del cyber. En principio, porque el cyber es una parte clave de la cultura contemporánea. También porque estoy convencido que una de las mejores formas de entender qué es lo digital y qué es la red es a partir de sus efectos culturales amplios. Por eso, si bien me interesan los derroteros de una subcultura digital como vanguardia (en un sentido más antropológico, ya que es una idea bastante vieja) creo que en verdad es clave la forma en que la cultura reabsorbe y resignifica sus usos.


Derrick de Kerckhove define la cybercultura como la tercera era de la comunicación, como el producto de la multiplicación de la masa por la velocidad. Es el hombre masa multiplicado por el hombre velocidad.


“Mientras que el hombre masa de la televisión se hallaba rodeado por las redes de los medios de comunicación de masas, atrapado en un mundo construido para él por las industrias de la conciencia, el hombre velocidad de las computadoras se encuentra en todas partes, en el centro de las cosas. Incluso el policía rural que nos detiene si circulamos con exceso de velocidad por una carretera secundaria, puede tener acceso a los antecedentes de cualquier persona llamando al banco de datos de la policía con su celular. La nueva situación es paradójica: mientras que todo se acelera alrededor de él, el hombre velocidad puede permitirse ir más despacio. Situados en el centro de las cosas, el hombre y la mujer velocidad no se mueven. Su velocidad consiste en el acceso instantáneo que tienen a la información y a los bienes. Los hombres y mujeres velocidad no son principalmente consumidores, sino productores y agentes. Su producción y sus acciones llevan el signo de sus rasgos personales”.