miércoles, 29 de abril de 2009

Serie pornográfica

Apuntes de prueba


Sigue siendo profusamente citada aquella entrada del diario de Witold Gombrowicz en la que afirma: “No creo en ninguna filosofía no-erótica. No me fío de ningún pensamiento desexualizado.” Y que prosigue: “Claro que es difícil creer que la Lógica de Hegel o la Crítica de la Razón pura hubieran podido concebirse si sus autores no se hubieran mantenido a cierta distancia del cuerpo.” Ahora bien ¿se refiere al cuerpo físico? ¿a la idea de cuerpo? ¿a las arqueologías del ideal de cuerpo que Georges Vigarello taxonomizó para su Historia de la Belleza?


Es sabido, cuando Gabriel Ferrater tradujo la novela Pornografía, decidió que en español el título sería otro: La seducción. ¿O habrán sido los editores?
No indagaré ahora en esto. La anécdota me sirve para señalar la necesidad de trazar el recorrido inverso; no ya los motivos que llevaron a traducir el título Pornografía como La seducción sino para merodear (jamás programáticamente) en las posibles razones que siguen produciendo el cambio: desde hace mucho tiempo, la dimensión pornográfica parece obliterar no sólo a la seducción, sino que se impone como uno de los modos más potentes para cuestionar qué es exactamente aquello que podemos ver y entender en los entornos en los cuales interactuamos.


Seguramente fue Baudrillard quien convirtió al término en algo mucho más amplio: en una percepción contaminada. En muchas de las formas más activas de ver (y pensar) el mundo contemporáneo (ver acá, acá y acá). Por supuesto, se trata mucho más de una fascinación (de un hipnotismo irrefrenable) que de una reprobación moralista. Sí, hay mucho de horror en este síntoma.


Sería fácil citar al Divino Marqués y su filosofía de tocador, o en mayor cercanía novelas inolvidables como Una exhibición de atrocidades o Crash, al modo de rápidos ejemplos. Sin dudas estos textos son pornográficos en el punto que nos convoca. La antigua pornografía (la historiografiada por Bernard Arcand en su Antropología de la pornografía) sigue siendo un punto de partida, un elemento contaminante. Pero intentamos sumergirnos en pistas más evasivas, menos claras, más confusas. Inmiscuirnos en muchos elementos desparramados por Baudrillard y otros autores por demás heterogéneos (Mario Perniola, Pascal Bruckner, Camille Paglia, George Bataille, Angela Carter, entre tantos otros) intentando leer y reunir pruebas para hipótesis en curso.


“En esta irrealidad del porno, en esta insignificancia del arte, ¿hay un enigma en negativo, un misterio el filigrana o, quién sabe, una forma irónica de nuestro destino?” Baudrillard citado por Giménez Gato.

La Serie Pornográfica es ésta.