domingo, 17 de mayo de 2009

Afterpop


Pop es una palabra insuficiente, retrasada. Se acerca mal a muchos fenómenos, obras, subjetividades, situaciones y temperaturas que denominamos así (con esas dos letras que conforman un ínfimo palíndromo) porque no logramos imponer otra. A fines de los cincuentas, cuando comenzó a circular para definir una forma de hacer arte (ese que le gustaba a Ballard, con el cual se sentía identificado: Hamilton, Paolozzi, el famoso laboratorio de artes inglés) que utilizaba herramientas de las vanguardias para manipular elementos de la “cultura del entretenimiento”, incluso luego, en los sesentas, cuando definió de una vez y para siempre su juventud, instantaneidad, inmediatez, etc, la palabra pop ya no alcanzaba. Umberto Eco muy tempranamente, hace más de cuarenta años, advirtió una causa cultural-geográfica:


“Vuelvo a poner en evidencia la contradicción del arte pop: crítica e ironía por un lado, aceptación y amor por el otro. Debo añadir, sin embargo – y esto no se comprende hasta que se vive en Estados Unidos-, que esta contradicción existe sólo para los europeos. Los europeos somos incapaces de amar y criticar al mismo tiempo la sociedad de consumo. En el fondo, para Europa, para el intelectual europeo, la sociedad de consumo es algo que ha llegado cuando él ya había crecido. Para el norteamericano, la sociedad de consumo es algo así como para nosotros los árboles, los ríos, los prados o las vacas, es decir, pura naturaleza. (…) Quien haya participado o asistido en Estados Unidos a alguna reunión de estudiantes contestatarios de extrema izquierda, de militantes negros, de grupos yippies, habrá comprobado que mientras se distribuyen panfletos contra el capitalismo y el imperialismo americano, se destapan botellas de Coca-Cola, que los jóvenes celebran mítines políticos al son del último rock de moda y asisten a reuniones políticas con remeras con la imagen de Mickey Mouse. Basta con leer un libro como Do it de Jerry Rubin, uno de los teóricos del movimiento yippi, para encontrar entre sus amores tanto a Karl Marx como a los hermanos Marx. (…) Creo incluso que un joven americano típico imagina una sociedad socialista como una sociedad en la que todos podrán tener discos de rock, botellas de Coca-Cola y remeras con la imagen de Mickey Mouse”.


El arte pop (al menos en su denominación inicial) podría describirse como un arte de vanguardia, de “alta cultura”, que se apropió de un objeto industrial (la cultura de entretenimiento) pero estableciendo esa distancia problemática que Eco pone en cuestión: se ama demasiado lo que se manipula.
Pero ha sucedido demasiado tiempo. Aquellos “jóvenes iracundos” de los sesentas ya tienen nietos, y esta tensión, este desdoblamiento, no sólo no se ha resuelto, sino que se fue agravando y diversificando.
Pop sigue siendo una palabra que se observa con desconfianza. Un monosílabo trivial. Señala objetos demasiado contradictorios, y ni siquiera la nobleza de una palabra como arte logra aclarar demasiado.


Hace tiempo que circulan otras palabras para intentar delimitar (una vez más) la situación. Entre ellas “afterpop”, sobre la que viene teorizando Fernández Porta. Veamos qué dice.

“El afterpop no es una moda, no es un movimiento, no es un grupo, es una condición estética. Este término se puede aplicar a la literatura y a las artes afines, y, modestamente, me parece un término útil de manera especulativa para hablar de la cultura pop en la época de su disipación. Es decir, la cultura pop tradicional sigue existiendo, pero como todos sabemos se ha atenuado. Veamos los elementos que tradicionalmente habían definido la cultura de consumo a partir de McLuhan: el público, los mass-media y el objeto. El público masivo, los quinientos mil fans de Elvis que no pueden estar equivocados, siguen existiendo pero las nuevas condiciones han dado lugar a cada vez más fragmentación del mercado, localizaciones del gusto, creación de nuevos modelos de público dentro de la cultura pop. Los blogs por ejemplo tienen que ver con la creación de un nuevo tipo de espectador y especialista que usa un objeto de comunicación al alcance de todos, que en algún caso habla de elementos pop, y que desde luego ya no se dirige a un público generalista. Y eso se puede relacionar con los mass-media, que siguen teniendo su importancia pero se esta se ha atenuado a través del auge de los metamedia interactivos, ahora ya todos somos críticos, etc. Ello conlleva un cambio de signo del objeto pop, que desde Adorno hasta McLuhan lo habían teorizado como leve, fácil, superficial. Y que cada vez más se convierte en un objeto sofisticado, que implica lecturas de segundo y de tercer grado.”


¿Qué es el avant-pop? ¿Cuál es su diferencia con el afterpop?

Es un término que surge de la crítica musical, que se ha usado más y se sigue usando para hablar más de música, y que es un tipo particular de subversión dentro de la cultura pop. El grupo avant-pop por definición es Sonic Youth, que parte de presupuestos rock y los deconstruye por medio de una estética de vanguardia. A mediados de los noventa hubo un intento de aplicar este término a la escena literaria en Estados Unidos, se usó para hablar de la nueva generación que incluía a autores como David Foster Wallace o George Saunders, entre otros… Era un término que trataba de formular las relaciones entre los dos mundos de manera grupal y en cierto modo programático, poniendo en primer lugar el elemento de desmantelamiento y reconstrucción de referentes pop. Esto se explica en parte porque los avant-poppies eran de alguna manera los nietos de los posmodernistas clásicos. (…) Me parece más interesante hablar en términos de afterpop porque lo veo como un término más extenso, posterior históricamente, que ya presupone que el avant-pop existió y que todos tenemos actitudes avant-pop en relación con la televisión, la música, etc. pero nuestras actitudes no son sólo deconstructivas o posicionales sino que también incluyen actitudes nostálgicas, de fascinación, de superación y desentendimiento de la cultura pop, desplazamientos, etc. Por lo tanto el avant-pop representaría una obsesión por el negativismo de la cultura pop, que sucede a mediados de los noventa, y creo que después se supera. Y propongo afterpop como un término posible, dado que es más amplio, es posterior, no es ni grupal ni ortodoxa e incluye actitudes más matizables.


Eloy Fernández Porta (Barcelona, 1974) entrevistado por Iván Humanes Bespín.
Su último libro es Homo Sampler. Tiempo y consumo en la era afterpop.