sábado, 9 de mayo de 2009

Teoría anfibia: Miedo a la imagen


La virtualidad es ese otro lado del espejo, jamás una traducción. Incluso cuando muchos sigan inscribiéndose a la hipótesis del reflejo (o sea, a considerar lo virtual como una versión en bits de un hecho corpóreo, físico, nunca digital) esa “otra versión” (lo virtual) puede (y de hecho lo hace y demasiado) persuadir más que su “constatación” física. ¿Hipertrofia de bases empíricas que invariablemente buscan determinado tipo de comprobación? Una vez más miedo a la imagen, a su fascinación, a su territorio todopoderoso e incomprobable. Si durante siglos se confundió sistemáticamente imagen con soporte (¿acaso la progresiva valoración de los formatos –dibujo, pintura, escultura, etc- y sus correspondientes virtuosismos no responden a el “amaestramiento” de la imagen?) este síntoma no hace más que señalar su temible poder. ¿Acaso siglos de iconoclastía no dan cuenta de una guerra que parece no conocer fin? Si los situacionistas siguen siendo tan atractivos para muchos ¿no se debe a que no son nada distinto a la policía -¿parapolicía?- que alerta sobre los peligros de la virtualidad?


No existe nada que, en tanto virtual, esté dado de antemano. La virtualidad siempre es creación, producto cultural complejo, desafío a los sentidos, a la percepción (se inscribe justo ahí donde las reglas –las certezas- de percepción y de sentido se reconocen como demasiado inciertas.) ¿Acaso los sueños no son un producto cultural? ¿Con qué soñamos? ¿Cómo soñamos? ¿Acaso una de las razones –UNA de las razones- por las cuales Facebook se impone –en lo cuantitativo, en tanto “popular”- sobre los metaversos (por ej. Second Life) no radica precisamente en que en éstos la imagen se entromete de forma más notoria? La virtualidad jamás es producto del soporte. Éste sólo produce un rastro.