Invitado una vez más por Amalia Sato, para este número escribí sobre las "Sensaciones desconcertantes" (Touwaku, en japonés). Titulé a mi colaboración Selenitas y lunáticos.
Y comienza así:
当惑 Touwaku
Sobre las Sensaciones desconcertantes.
Selenitas y lunáticos
Todo lo oscuro (lo más oscuro) suele suceder a plena luz del día.
De ningún modo para contradecir una atmósfera tradicional, pautada a lo largo de muchos siglos de sugestión (porque incluso la sugestión tiene su propia historia cultural). Sino (y simplemente) porque el horror, incluso tan cotidiano y aséptico como lo concibió el mismísimo Sade, no obedece ni a momentos ni a lugares.
Estas líneas quisieran prometerse en la microhistoria de un mix cerebral, ese ejercicio acaso involuntario que consiste en entender y explorar una historia (una fábula) a partir de otra. Y confundirlas, reescribiéndolas simultáneamente, en único gesto. (...)
El relato más antiguo que conocemos del Japón, el Taketori Monogatari, escrito hace más de mil años y popularizado en nuestra lengua como La leyenda del cortador de bambú o La Princesa de la Luna da cuenta de este insensato exilio. Una bebé, la futura reina de la luna, se deja encontrar muy lejos de su hogar por unos campesinos terrestres.
¿Por qué no puedo dejar de recordar este relato, supuestamente escrito por una mujer, cuando vuelvo a ver la película de animación Princess, del director danés Anders Morgenthaler?
Se trata de la odisea de Mia, una niña adulta de cinco años que parece prisionera de un campo magnético de corrupción, del que trata de liberarla –para liberarse- su tío August, un clérigo misionero obsesionado por el destino de su hermana Christina, actriz porno asesinada en confusas circunstancias.
Como en Dei bambini non si sa niente, novela de Simona Vinci publicada en 1997 que aún hoy sigue provocando, es el comportamiento socialmente desajustado de los niños el que nos conmueve. Mientras que el universo de Taketori Monogatari (perteneciente a ese libro mágico conocido como Kojiki o inventario de cosas antiguas) todo obedece a un plan celestial y justo, en el universo de la pequeña Mia todas las reglas parecen haber sido dictadas por un dios maligno que se complace en el sufrimiento y desconcierto de sus criaturas-víctimas. Aún así, el caos –para nada paradojalmente- no deja de ser previsible."
Sigue en la revista.