martes, 16 de noviembre de 2010
Posiciones
Conozco muchos artistas que sólo adscriben a las estéticas del arte contemporáneo por comodidad: les resulta una vía tan dúctil que se mimetizan con ella y de ningún otro modo la frecuentarían. Conozco otros que lo hacen por fatalidad: su época los condena. A mí me sucede, en tanto ensayista y espectador, todo lo contrario: descubro que la tecnología me interesa porque mi inmersión proviene del arte contemporáneo. Lo mismo me sucede con la gran mayoría de las estéticas de la música derivadas del rock (no importa si en algún momento fue exactamente al revés). Seguramente porque nada me sigue resultando tan incómodo como el arte contemporáneo sea que sigo considerándolo mi episteme favorita.
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