viernes, 28 de diciembre de 2007

Héctor & Lorenzo

"No sé cómo, aquella noche en Buenos Aires, junto a un grupo de amigos escritores, llegué a contar lo siguiente: "tenía un techo negro, un techo negro y alto, aquella cocina de la casa de mi abuela, en Jagüey Grande. El fogón, ¡qué raro!, estaba en el centro de la cocina."

"Alrededor de ese fogón, sentados en taburetes, estábamos todos los nietos. Pues bien, entonces sucedió lo increíble. Y es que mi abuela, que ya estaba bastante anciana, sin saber que todavía estaba vivo, metió dentro de una cazuela de agua hirviendo al pollo que se iba a cocinar. ¡Tremendo fue aquello! Nunca lo olvidaré. El techo, ya lo dije, era alto y negro, pero el pollo dio un salto que lo llevó hasta tocar el techo."
Conté, entonces, sobre un techo negro de Jagüey Grande al que llegó un pollo. Y no sé si los demás, sí los que estaban en aquella reunión, oyeron o se fijaron en lo que yo decía. Pero lo que sí sé que sucedió es que alguien, alguien que estaba predispuesto a escucharme, después de lanzar una enorme carcajada, no sólo unió su imaginario con el mío, sino que comenzó, desde ese momento, una muy linda amistad.

Sí, así fue, ya que quien tenía a mi lado y lanzó la enorme carcajada, era el argentino Héctor Libertella, el escritor que en la tremendaza década del sesenta, aquella década en que todos los demonios se desataron, vivió intensamente, se identificó con Kerouac, dio con sus "huesos en un heroico cuartel de las Radical Lesbians, en el bajo Manhattan", fue "el único varón hombre macho en el Primer Congreso Feminista de América Latina", y viajando con su novia por Europa, entre otras cosas "cinco veces cruzamos la ciudad de
Brujas en una misma tarde".
Así que, en aquella noche en que hablé del pollo que tocó el techó negro de Jagüey Grande, Héctor Libertella y yo comprendimos que él, partiendo del hippismo, y yo de un ascetismo a veces autista, estábamos destinados a encontrarnos en Buenos Aires, para llegar a compartir afines vocaciones de fantasma."
(Obituario de Héctor Libertella, por Lorenzo García Vega.)

Hoy estuve pensando en el día que los presenté, en ese mismo momento en el cual Lorenzo narró la escena del pollo, en casa de María Inés Aldaburu. Y encontré también estas fotos que me pasó ná Kar Elliff, cuando hicimos aquella charla pública en la Estación Alógena.
Vaya mi homenaje a estos dos adorables monstruos.