martes, 12 de agosto de 2008

Narración transmedia, además


Por Wu Ming.[Henry] Jenkins explora metódicamente una nueva frontera, donde el poder de los medios y el de los consumidores interactúan de manera sorprendente, y la creatividad popular influye y modifica la de las grandes corporaciones. En este territorio híbrido, los dos elementos indicados por [Steven] Johnson —maximizar el placer de la reiteración y estimular la participación activa— se combinan en un único programa: la creación de mundos, un recurso narrativo conocido desde los tiempos de Homero y de la épica griega. Historias que nunca nos cansábamos de escuchar y que animaban a imaginar otras historias, bifurcaciones, aventuras heroicas de personajes secundarios. Historias que plasmaban toda una comunidad, y no sólo por los valores que transmitían y garantizaban. Entrar en un mundo nuevo, comprender sus reglas, intervenir, profundizar, confrontarse con otros exploradores: ésa es la esencia de muchos videojuegos (y la razón por la cual no son actividades de ofuscamiento cerebral, sino, por el contrario, ejercicios de entrenamiento para la resolución de problemas, fantasía e inteligencia emotiva). Y es también la esencia de importantes éxitos para el gran público como El señor de los anillos, Harry Potter, La guerra de las galaxias, y de muchas series televisivas, de Star Trek a Los Simpson.


La diferencia con los poemas homéricos, señala Jenkins, está en las capacidades transmediales de los actuales narradores y arquitectos de universos. La epopeya de Matrix, por ejemplo, se despliega en varios soportes: hay tres películas, varios videojuegos, una serie de cómics y dibujos animados, sin contar las innumerables producciones de los fans, imposibles de catalogar, pero que probablemente llenan los vacíos en los ámbitos dejados de lado por los hermanos Wachowski: teatro, literatura, vestuario y todo lo demás.
Característica fundamental de este nuevo modo de narrar (que Jenkins llama narración transmedia) es que las diversas historias queden entrelazadas, sin solapamientos e independientes entre sí. La adaptación de una novela para llevarla al cine no está contemplada en la casuística. No se trata de ofrecer nuevamente la misma trama con lenguajes diferentes, sino de usar lenguajes diferentes para componer fragmentos autónomos de una única trama. En pocas palabras, que quien compre el cómic no necesite la película para poder leerlo; no obstante, en caso de que vea la película, podrá descifrar toda una serie de alusiones de otro modo incomprensibles, y esto enriquecerá su conocimiento de ese determinado mundo.


Yendo al grano: un narrador, un director de cine, un escritor puede actuar de dos maneras diferentes ante el cuadro trazado hasta aquí. Puede entenderlo como marketing, cajas de herramientas para fidelizar al cliente y construir aparatos de recaudación, decidiendo tenerlo en cuenta o no según la importancia concedida al éxito y al dinero con respecto a su producción.
Por otro lado, puede pensar que la complejidad de la trama, la abundancia de personajes y relaciones sociales, la participación del público, la construcción de un mundo y la narración transmedia son una parte esencial de lo que consideramos “narrar historias” en siglo xxi. Sobre esta base, una vez más, podrá decidir si emprender esta trayectoria o seguir siendo un narrador, un director de cine, un escritor clásico, estilo siglo xx. Dejando de lado el respeto por las distintas opciones, estoy convencido de que hoy, en Italia, se necesita una generación de narradores dispuesta a experimentar estos instrumentos como elementos para plasmar historias, y no sólo para venderlas.


Como ha sucedido diez años atrás con los escritores de género, que de algún modo han recogido y superado el desafío de la complejidad, creo que las letras patrias pueden vivir un nuevo auge, una nueva temporada, si muchos autores se empeñaran en escribir historias que también otros puedan habitar: expertos, fans, dibujantes, cineastas, gráficos y actores de teatro. Escritores capaces no sólo de hacer rodar sus dedos sobre un teclado, sino de implicar a otros en una narración abierta, ampliada, que estimule las sinapsis y las comunidades de lectores. [Vía]