sábado, 16 de agosto de 2008

Nominalismo Infrapolítico


“(…) Cuando constatamos que la literatura postula algo más que una simple indecisión entre son y sens, como quería Valéry, o un vaivén entre je y jeu, como auguraba Caillois, cuando somos conscientes de que la apuesta pasa por la radical ambigüedad de predicar que ella misma es o no un concepto, entramos, entonces, en una zona de agotamiento de la autonomía del arte y, por consiguiente, de la energía modernista ella misma. Como demuestra Thierry de Duve, decir que algo es arte no se basa en ningún concepto racional con respecto al arte sino en un sentimiento o sensación artística. Pero, por otra parte, ese mismo juicio asume el concepto de arte como Idea artística y a partir de ella juzga. Si admito, entonces, que el arte no es un concepto, practico un explícito nominalismo estético: afirmo que el arte es tan sólo un nombre propio. Si, por el contrario, predico que el arte es un concepto, su contenido sólo puede ser la Idea de arte como nombre propio. En la primera perspectiva permanezco moderno, tanto cuando deseo que, individualmente, todo hombre sea capaz de todas las ideas y auguro que en el porvenir lo será, como cuando exijo “la imaginación al poder” colectivo. En la segunda, en cambio, irrumpe lo posmoderno en la medida en que estamos ante un nominalismo reconfigurado después de Duchamp pero también después de releerlo a Kant, después de Duchamp. Un encabalgamiento brutal, como si dijéramos, Kant con Sade, o mejor, Kant con Borges, lo cual no quiere decir otra cosa sino Kafka y sus precursores –Borges que, a lo Pierre Menard, relee a Kant, pero Kant releído después de Borges, que relee a Kant. Funes como la ubicuidad de las imágenes, la literatura como un nominalismo de nuevo estilo.
Pasa así a ser una exigencia de la razón infraleve suponer una creatividad compartida por todos los hombres para salvar las utopías modernistas, por mas reduccionistas u ontologistas que hayan podido ser, de la condición de fantasmagoría descartable y, asimismo, devolverle a las fuerzas desestabilizadoras de lo moderno una energía que no se confunda con devaneos peligrosos u optimismo irresponsable.
Como resultado de esa operación, comprendemos ahora más cabalmente que, con Borges, la escisión kantiana entre literatura pura y literatura social pierde totalmente sentido en la medida en que el nihilismo de vanguardia coincide, paradojalmente, en su caso, con la autonomización del estado, su pasaje a la posición de sujeto.”

Raúl Antelo, Nominalismo infrapolítico. (Crítica Acéfala, 2008)