jueves, 20 de noviembre de 2008

Apuntes de un curador


Una exhibición no es más que una puesta a disposición de un conjunto de linkeos entre obras y contextos. La tarea del curador es, en todas y cada una de las oportunidades, determinar una política de interrelaciones.

En una curaduría, las obras no son más que puntos de diálogo, ya con los artistas o con el espacio, siempre con los espectadores y en el último de los casos con las instituciones.


Una obra, de quién sea, de un artista muerto hace dos siglos, así como un objeto que nunca antes fue considerado arte (esa es una de las posibilidades maravillosas de la contemporaneidad) es siempre un punto de partida. La tarea del curador es explorar la construcción de sentido desde la percepción, desde la reelaboración cultural de la sensibilidad.

Cada curador posee y despliega sus narrativas propias. Esas narrativas son su estilo. La narrativa es la manera de sugerir qué ve, cómo lo ve, y de preguntarse por qué lo ve.


El elemento discursivo-textual de una curaduría es sólo una nota al pie. Una referencia de segundo grado a la ejecución del montaje.

Lo contemporáneo nunca puede establecerse de antemano. Es sólo una hipótesis, una apuesta, una experiencia incierta.


La subjetividad nunca es una debilidad o un escollo. Por el contrario, es un arma invariablemente poderosa. Al fin de cuentas, el arte no es sino otra exploración de las condiciones de subjetividad.