viernes, 23 de enero de 2009

Presas del animismo tecnológico

Todavía no había terminado el siglo XX cuando Erik Davis escribió "Techgnosis", obra que se convirtió en una guía esencial para comprender ese amasijo de circuitos, cristales y espíritus ambulantes que abrieron paso al Milenio. En su libro, aún inédito en castellano, Davis bosquejó párrafos que anticiparon ideas luego cotidianas sobre el misticismo de la Red. Remediamos esta ausencia, en parte, con una entrevista que le realizó en 1999 el joven periodista inglés Mark Pilkington.
Lo que sigue es el fragmento de una entrevista originalmente publicada acá.


Erik Davis: Creo que los mundos de las imágenes arquetípicas, los sueños, el plano astral, el espacio chamánico o como quieran llamarlos, esos lugares son en parte sustentados por la conciencia humana. Estamos construyendo constantemente estos mundos sobre la marcha, así que no pueden considerarse reales; están cambiando todo el tiempo y reflejando nuestra imaginación mientras nos movemos por nuestra vida ordinaria. Hay que ver la manera en que la gente imagina las cosas en este mundo nuevo, cómo la tecnología le ofrece un extraordinario poder a ciertas formas de la imaginación. Pienso que hemos perdido las herramientas para navegar por estos mundos imaginarios a la manera antigua, estamos casi renunciando a nuestro cuerpo físico, pasando más y más tiempo en este espacio etéreo, sin idea de lo que estamos haciendo. El hecho de que todo esto va a traer consecuencias reales para el mundo resulta bastante obvio.

FT: Entonces, ¿piensas que estamos luchando por mantenernos a la par de nuestros propios desarrollos tecnológicos? ¿La tecnología está superando a la conciencia humana?

ED: La conciencia es una fuerza multidimensional, y el mundo de la imaginación popular, el mundo soñado de los dioses y espíritus está siendo dominado por la cultura industrial de las imágenes y la información. La tecnología que hace posible eso está vampirizando la atención y la energía que necesita para sostenerse a sí misma en una manera que se puede considerar demoníaca. Pero pienso que hay algunas finas reservas de conocimiento y conciencia que se están expandiendo actualmente, al menos en algunos grupos, mediante tecnologías que nos muestran cómo nuestros cerebros, y por lo tanto la realidad, trabajan y se mantienen.

FT: ¿Piensa que Internet puede estar desarrollando su propia conciencia?

ED: Por supuesto, uno se tropieza con esa idea todo el tiempo entre la gente más partidaria de esta cultura de la información. Es interesante porque este es uno de esos momentos en el que cuanto más racional y tecnológico seas, más terminas pensando en este tipo de ideas extrañas, como: ¿qué es la mente después de todo? Meramente el producto de esta máquina de carne. Y mientras Internet no es todavía tan sofisticada como el cerebro humano, la idea de que la conciencia puede emerger en un sistema de procesamiento de información de la suficiente complejidad es perfectamente razonable. En verdad, es una de esas ideas inevitables en este mundo nuevo -y una muy interesante, por cierto.


Yo espero el día, y no tengo casi dudas de que llegará, en que suceda algo en el mundo, algún comportamiento, fenómeno o evento de este tipo dentro de la Internet, que nadie sea capaz de explicar. Los sentimientos y las reacciones que la gente tenga al respecto, mostrará hasta que punto estamos dispuestos a aceptar, y temer, de que exista alguna especie de mente aflorando allí dentro. Tal vez no sea nada más que el producto de nuestras mentes trabajando en común -se puede especular indefinidamente con este tema.

FT: ¿Piensa que nos dirigimos hacia cierta clase de crisis ontológica?

ED: Sí, pienso que el mundo desarrollado está condenado a la aparición de ciertas extrañas formas reaccionarias. Entusiastas schizo síntomas -una creciente forma ruin y egoísta del darwinismo, defendiendo que sólo somos genes egoístas tratando de competir en un ambiente hostil. Estas viejas ideas serán recicladas en una forma más perniciosa. Pienso que nos vamos a encontrar relacionándonos interpersonalmente con máquinas, estén o no vivas o concientes de una manera en que los científicos puedan debatir, estaremos interactuando con cosas que tendrán esas cualidades. Eso cambiará la forma en la que experimentamos la vida, y al resto de la gente.
Esto está ya sucediendo con los juguetes de los niños -Furbies, Tamagotchis, etc. Aportan un cierto temor y excitación, y una ambigüedad acerca de la idea de la vida artificial. Conforme estas cosas se vuelvan más interactivas y adquieran mayor vida, estaremos abriendo paso a ese nuevo mundo. Soy de la opinión de que nunca superamos algunas de nuestras más profundas percepciones de la infancia, por lo que no me sorprendería que si la gente crece en ese mundo se adapte con facilidad al uso de interfaces más sofisticadas, que pueden tener un propósito banal, pero con una semblanza de personalidad. Creo que vamos a encontrarnos con futuras inteligencias artificiales personificados en personajes animados, a nivel de la cultura popular. Y con ellos vendrá también el miedo -recordemos que los aun relativamente poco sofisticados Furbies causaron una ola de pánico acerca de si estaban grabando conversaciones.
Hay un elemento de animismo en la tecnología actual que seguirá incrementándose -en los científicos que exploran la vida artificial, los niños que interactúan con juguetes inteligentes, en la relación entre ecología, tecnología y el medio ambiente- devolviéndonos a la forma que vivía el hombre paleolítico, a un mundo donde la propia naturaleza tiene vida.

FT: ¿Dónde dejará esta espiritualidad, basada en la nueva tecnología, a todos aquellos que no se suban al tren?

ED: Es interesante preguntarse en qué medida estamos siendo envueltos en una cierta obsesión hipertecnológica milenarista que, en realidad, se encuentra totalmente al margen de las experiencias vitales de la mayoría de la población en la Tierra. Que esto llegue a tener una dimensión religiosa no me sorprendería; que aquellos que tienen acceso a ese nivel se sientan poseedores de una cierta comprensión gnóstica, un acceso secreto que otra gente no posee. Que eso pueda llegar a convertirse en otra dimensión de la tensión social resulta extraordinario. Y también muy peligroso.