sábado, 28 de febrero de 2009
Haiku + Occidente
En Norteamérica, los beatniks que en la década del ’50 asumen los postulados del Zen como una liberación. Vuelven al haiku. Daisetz Suzuki (1870-1966) había definido al haiku como “un poema sin yo”, y via Alan Watts, vía Blyth y sus cuatro tomos de haiku, que dice “haiku es simplemente lo que sucede en este lugar, en este momento” o “Haiku es Zen”, resulta una práctica importante. Desde entonces se instala en lugar central al Zen al considerar la cultura japonesa como un todo. Pero en Norteamérica no se insiste tanto desde la escritura sino desde la oralidad, asociado al balbuceo beatnik, el aullido, las cadencias del bebop, el jazz con cierta veta “irracional”.
La brevedad llevada al extremo de una sola línea se practica en la New York School, y continúan vigentes gran número de revistas dedicadas al haiku que han ganado terreno desde 1950-60 con el movimiento contracultural.
En la tradición francesa, las preguntas por el haiku resuenan de otra manera, todavía interrogando al signo escrito. De Roland Barthes “suspensión de sentido”, una detención de la radiofonía interna, un ataque al símbolo como operación semántica, un acontecimiento, no un pensamiento. En la consideración de Yves Bonnefoy, la ilusión del sujeto taoísta en comunión con la naturaleza, o la de un ideograma que no se separa de lo que representa.
Con cierta asepsia cientificista, como la pared del museo o la galería blanca, en sí, aislado, minimal.
Amalia Sato, breve fragmento de “Haiku, una forma moderna”, en Tokonoma 6.
Inauguro con este posteo un nuevo tag, el de Lecturas de Tokonoma.