sábado, 13 de junio de 2009

Los ensayistas y la ficción


"De la misma forma, el Texto no se reduce a la (buena) literatura; no puede ser tomado en el interior de una jerarquía, ni siquiera un recortado de los géneros. Lo que le constituye es, por el contrario (o precisamente) su fuerza de subversión con respecto a las antiguas clasificaciones. ¿Cómo clasificar a Georges Bataille? ¿Es este escritor un novelista, un poeta, un ensayista, un economista, un filósofo, un místico? La respuesta es tan poco confortable que se prefiere generalmente olvidar a Bataille en los manuales de literatura; de hecho, Bataille ha escrito textos, o, incluso, siempre un solo y mismo texto. Si el texto presenta problemas de clasificación (por otra parte ésta es una de sus funciones “sociales”), se debe a que implica siempre una cierta experiencia del límite (por adoptar una expresión de Phillippe Sollers)." (Barthes sobre Bataille).


"Hay varios indicios de que uno de sus secretos propósitos era borrar las fronteras que separan el ensayo de la ficción. Por un lado, tenemos los cuentos que, como "Examen de la obra de Herbert Quain", "Pierre Menard, autor del Quijote" o "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", adoptan la forma de la nota bibliográfica, la necrología literaria o la especulación científica, más cercanas al campo ensayístico que al de la ficción. Se trata, en realidad, de cuentos que carecen de una línea argumental y de dos elementos fundamentales del lenguaje narrativo: la intriga y la evolución dramática de los personajes. Sin embargo, los leemos como "cuentos" porque se presentan como modelos del arte de imaginar y fantasear con las más extrañas y asombrosas posibilidades concebidas por la mente humana." (Borges por José Miguel Oviedo).


"Los ensayos contenidos en El tiempo y la máquina permiten conocer directamente el pensamiento de Huxley alrededor de 1928; permiten comprender, además, que es peligroso atribuir a un autor las opiniones de uno cualquiera de sus personajes (ya que las opiniones aquí vertidas difieren bastante de las de sus personajes); permiten comprender, finalmente, que la falsa imagen de Huxley -el frío y ridículo intelectual- se ha formado tomando como modelo la caricatura del intelectual puro llamado Philip Quarles. Estos ensayos tienen además un valor propio y ese valor es independiente del conocimiento completo de la obra de Huxley por el lector. Cada uno de ellos interesa por sí, por la riqueza de su pensamiento, por la finura de su estilo, por la originalidad de sus enfoques. Dentro de la gran calidad de todos, se pueden elegir como mejores: D. H. Lawrence, Uno y muchos y De la vulgaridad en la literatura." (Rodríguez Monegal sobre Huxley).


"George Orwell era ensayista y crítico muy fino, que ha llevado a la novela sus mismas preocupaciones de carácter filosófico. En 1984 utiliza la novela, como en Rebelión en la granja, para exponer un cuadro de lo que barrunta que pueda ser el mundo que conocemos, en pocas décadas más. Pertenece la obra al tipo de las utópicas y de vaticinio, que tan abundantes ejemplares dio en sucesión no interrumpida; pero se caracteriza por eliminar del pronóstico aquellos factores emotivos que por lo regular incorporaban como personajes o elementos de acción los anhelos, generalmente benévolos, del autor. Aldous Huxley había hecho deducciones lógicas semejantes, y Orwell no discrepa de sus pronósticos, manteniéndose en el decurso de su obra como observador imparcial. Este género de realismo imaginario, cuyos promotores fueron los profetas hebreos, ofrece hoy, como literatura, la saludable propiedad de definir de inmediato dos formas temperamentales de comprender las cosas que acontecen a nuestro alrededor: la de quienes apenas alcanzan a configurar una imagen opaca del presente." (Martínez Estrada sobre Orwell).


"Cuando un hombre se expresa en forma natural, es decir en prosa, su habla abarca una gama infinita de elementos que reflejan su naturaleza entera; pero he aquí que vienen los poetas y proceden a eliminar gradualmente del habla humana todo elemento apoético, en vez de hablar empiezan a cantar y de hombres se convierten en bardos y vates, consagrándose única y exclusivamente al canto. Cuando un trabajo semejante de depuración y eliminación se mantiene durante siglos llégase a una síntesis tan perfecta que no quedan más que unas pocas notas y la monotonía tiene que invadir forzosamente el campo del mejor poeta. El estilo se deshumaniza; el poeta no toma como punto de partida la sensibilidad del hombre común sino la de otro poeta, una sensibilidad "profesional" y, entre los profesionales, se crea un lenguaje tan inaccesible como los otros dialectos técnicos; y, subiendo unos sobre los hombros de otros, forman una pirámide cuya punta ya se pierde en el cielo, mientras nosotros nos quedamos abajo algo confundidos." (Gombrowicz. Contra los poetas).


"En este primer ensayo, Sartre se atuvo mucho más a consideraciones específicamente psicológicas, como la relación de Baudelaire con su madre y con sus amantes. El actual estudio sobre Genet es más filosófico porque, para decirlo sin rodeos, Sartre admira a Genet de un modo en que no admira a Baudelaire. Parecería que, para Sartre, Genet tiene derecho a algo más que una aguda psicologización. Merece un diagnóstico filosófico. Y el dilema filosófico responde a la extensión -y la irrespirabilidad-del libro. Todo pensamiento, como Sartre sabe, universaliza. Sartre quiere ser concreto. Sartre quiere revelarnos a Genet, no simplemente para ejercitar su infatigable facilidad intelectual. Pero no puede. Su empresa es esencialmente imposible. No puede captar al verdadero Genet; regresa constantemente a las categorías de Niño Abandonado, Ladrón, Homosexual, Individuo Lúcido y Libre, Escritor, Sartre, de alguna manera, lo sabe, y ello le atormenta. La extensión y el tono inexorable de Saint Genet son en realidad el producto de una agonía intelectual. La agonía deriva de la obligación del filósofo de poner significado a la acción. La libertad, la noción clave del existencialismo, se revela a sí misma en Saint Genet, aún más claramente que en El ser y la nada, como una obligación de asignar significado, una negativa a dejar solo al mundo. De acuerdo con la fenomenología sartreana de la acción, actuar es cambiar el mundo." (Susan Sontag, sobre el San Genet de Sartre).


"¿Cómo definir la obra de Blanchot? Ensayo, sin duda. Pero ensayo creador. Palabra literaria sobre la literatura, un alma gemela aunque en modo distinto al de Georges Bataille. Una escritura inteligente, creadora, atípica, que intenta dar luz sin apartar la sombra... Maurice Blanchot es, sin duda, uno de los grandes ensayistas franceses del siglo XX, explicando la literatura (El espacio literario, La risa de los dioses...) para crear más literatura." (Luis Antonio de Villena sobre Blanchot).


"Muchas de las críticas de Connolly son verdaderos textos literarios, en el sentido de que el autor acaba siendo un personaje actuando entre libros y anécdotas, y por ello transforma la deseada objetividad del crítico (ateniéndose a normas, según Eliot), en una mezcla de sagacidad y subjetividad biográfica que tiene un remoto antecedente en Montaigne, a quien desdeñaba en su juventud. Son textos literarios, también, porque son obras de un escritor capaz, entre otras cosas, de hacer pastiches interesantes, como estas líneas con las que acaba Enemigos de la promesa: “... yo a quien vio nacer la mal reputada Coventry, madre de bicicletas, a quien Inglaterra ilustró e Irlanda engañó, de cara redonda, irritable, amante del sol, un hombre tan viejo como su Redentor, que medita en esta época del año en que estallan las guerras, en que Europa tiembla y los dictadores atronan, sentado bajo un plátano, insensible al honor, la ambición y la gloria”. (Malpartida sobre Connolly).


"Vico intuye que hay en el hombre un sentido, llamémosle el nacimiento de otra razón mitológica, que no es la razón helénica ni la de Cartesio, para penetrar en esa conversión de lo fabuloso en mitológico. Frente al mundo de la physis, ofrece Descartes el resguardo de sus ideas claras y distintas. Frente a los detalles «oscuros y turbios» de los orígenes, Vico ofrece previamente a las platónicas ideas universales, la concepción de sus universales fantásticos o imaginarios. Como vimos en la política de los dioses, las relaciones extramatrimoniales de Júpiter influyen en la reunión de las primeras familias del patriciado. Esos universales imaginarios, los mitos, nacen de la apetencia, según la frase de Vico, de «homerizar a Platón y de platonizar a Homero». Platón encuentra siempre en el poeta ese elemento teocrático mitológico. Si lo considera ser sagrado tiene que llevarlo al más lejano Helicón de la reminiscencia; si ligero por sus entradas y despedidas de los raptos y la mudez, por su frenesí con los coribantes y por su majestuoso recuerdo de los éxtasis. El Platón del Ion o de la poesía está aún entre la dialéctica socrática y su propia reminiscencia, pues si no cómo distinguiría entre los pasajes de Homero, los propios del especialista y los del adivino. Pero en el Gorgias,ante la amenaza del joven Calicles, evoca Sócrates las praderas de la reminiscencia, las dos grandes fuentes que separan a los descendidos al Hades y la compañía de Minos y del rubio Radamanto. Minos, que Ulises ve de reojo en los infiernos, «teniendo en la mano un cetro de oro y administrando justicia a los muertos». Es decir, se ha cumplido la indicación de Vico, se ha «homerizado a Platón»." (Lezama Lima, “La imagen histórica”).

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