jueves, 30 de julio de 2009

Aparato Ruido: Otra manera de hacer arte


En ese momento no terminaba de entenderlo. Sí, lo intuía, pero acepto que me costaba aceptarlo. Schanton insistía en que escribir novelas o cuentos era “una forma muy vieja de hacer arte”. Por entonces Marcelo Eckhardt era aún inédito pero ya llevaba escritos varios libros. Sin embargo, fue por esos días (hablo de principios del ’92, poco faltaba para que Pablo firmara sus primeras notas para el suplemento Sí) que con Eckhardt comenzamos a experimentar con la escritura de otro modo (de sus textos salió más tarde el increíble Látex).


El Club Sónico era historia y Schanton había puesto en marcha el Proyecto Aparato Ruido (P.A.R.) Lo primero que me atrajo fue que hablaba de “producciones” y no de textos. Me dijo “hay que hacer con un texto lo mismo que Phil Spector hace con una canción”. Confieso que es algo que todavía sigo teniendo muy presente. De hecho, antes de conocerlo personalmente, incluso (creo) antes de haberlo escuchado por primera vez en el Instituto Goethe (primavera del ’90), había leído varios de sus ensayos. Algunos en colaboración (en Cerdos & Peces, sobre Joy Division, Velvet Underground, New Order, Pixies), en Pan y Circo, en la revista de la Rock & Pop. Pablo ya era mucho más que un periodista de rock (como le gustaba definirse). Era un teórico, desplegaba un arsenal de lecturas –y aún mejor, de aplicaciones de esas lecturas- que estaban muy lejos (muy por encima) del mejor paper universitario que hubiera llegado a mis manos.
Y sin dudas, remixaba lo más interesante de una tradición que ambos conocíamos muy bien: las revistas argentinas de rock. De Expreso Imaginario a Pelo, pasando por tantas otras efímeras, conectábamos perfectamente en ese imaginario.


Aparato Ruido comenzó como una idea de suplemento de la revista Venus (de los hermanos Gil –Georgina y Gonzalo- y Andrés Castro) y muy pronto se independizó y hasta cambió de editorial (por AC). El primer número fue diseñado por el excelentísimo Wili Peloche y los dos siguientes (sí, sólo fueron tres, aunque existe un cuarto inédito) por Alejandro Ros. Muchos amigos colaboraron en sus páginas: Fernando García, José Bellas (P.K.). Y creo que se trató de la primera revista de rock que incluía un casete con grabaciones expresamente realizadas para cada número (Juana La Loca, Suárez, Daniel Melero, Tía Newton, Avant Press –Leo García, Ezequiel Araujo-). Lo cierto es que no siento nostalgia, sino pena de que hoy no exista en Argentina una revista así. De lejos y según pienso, la publicación más interesante (en cuanto a la propia escritura, a los textos, a la idea, al concepto) del rock del fin del mundo.


Era realmente una revista de cultura rock. No era fácil: la mayoría de los músicos que aparecían en sus páginas no terminaban de entenderla. Me acuerdo de una observación que me hizo Adrián Dárgelos con respecto a un ensayo de Eckhardt (“no se entiende si es un cuento o una reseña”). Y lo cierto es que tenía razón y precisamente esa promiscuidad era la que nos atraía. Habíamos dado unos cuantos pasos más allá del “nuevo periodismo” que de la mano de Pettinato había brillado en la segunda época de Expreso Imaginario. Y si habíamos avanzado, sin dudas fue porque Schanton tenía razón al subrayar que no era necesario dedicarse a la literatura.
Lástima que muy pocos ahora insistan en “esa manera de hacer arte”.

Recomiendo mucho este rescate de un texto de Schanton, acá.