domingo, 12 de julio de 2009

ensayo / ficción


Enrique Vila-Matas

“Mi teoría es que, más que muerta, la novela evoluciona. Vamos a una novela que se aproxima al ensayo. Pienso en esos cuentos de Pitol que acaban como ensayos o en esos ensayos suyos que terminan como cuentos. Es probable que el lector vaya buscando, con el tiempo, menos ficción y más ensayo. El propio Coetzee, en su último libro, admite que camina en esa dirección. Creo que existe una saturación de la ficción que se sabe ficción y también una saturación del ensayo que se sabe plomizo. Sebald, Magris, Piglia, son otros casos claros de introducción del ensayo dentro de la ficción, o viceversa. Mezclar a Montaigne con Kafka, por ejemplo, me parece en este preciso instante una idea muy interesante.”

Entrevistado por Sergi Pámies


Claudio Magris

“En los ensayos de Magris hay una lección de vida que toma como referencia algún libro, a determinado autor e incluso una frase puede ser el detonante para exponer sus puntos vista sin caer el dogmatismo ni la pedagogía sin aula. Por ejemplo el texto que da titulo al libro se inicia con una pregunta (¿Hacia donde vamos entonces?) proferida por Enrique de Ofterdingen, personaje de una novela de Novalis. La respuesta que proporciona otro personaje femenino (“Siempre a casa”) proporcionan los parámetros para que Magris de rienda suelta a su disertación. Por supuesto las referencias a Ulises no faltan, así como una pesquisa sobre el huidizo Novalis. El final del texto es emblemático del estilo de Magris, en cual vida y literatura vibran en acordes armónicos: “La gran Odisea del espíritu de Novalis está lejos de nosotros; está dolorosamente lejos. Kafka, quien también se sabía viajero de una odisea sin Ítica, era infeliz por ello, y probablemente le hubiera gustado reencontrarse en la flor azul, como Enrique de Ofterdingen, poder dormir en la cama de Bloom, y ser acogido finalmente en el Castillo”.

Por Carlos Yusti


Roberto Calasso

“El epígrafe de esta reseña indica ensayo. Y no es ninguna equivocación. Esta advertencia hay que hacerla, no sea que el lector crea que hemos incurrido en una confusión. Cien cartas a un desconocido, del ensayista y editor italiano Roberto Calasso, recoge cien solapas, que es como se denomina a los textos que completan la edición de un libro, se trate del género que se trate. No hay lector en el mundo que omita la lectura de estos textos. Otra cosa es que crean o no en sus palabras. No son preámbulo ni epílogo. Su función es infinitamente más humilde, pero no por ello menos insoslayable. Las solapas informan. Pero, además de esta casi prosaica misión, ¿pueden las solapas hacer algo más, ya no sólo por el libro que resumen, sino por el lector? Roberto Calasso nos responde que sí. Y lo hace desde cien breves textos soberanamente ensayísticos. El autor escribió estas solapas para los libros que él mismo ha publicado en su prestigioso sello, Adelphi.”

Por Ernesto Ayala-Dip


Héctor Libertella

“En la literatura argentina, ese periplo semiótico también puede rastrearse: desde la construcción de una palabra literaria en Sarmiento y Hernández, pariendo entre el ensayo político, el folletín, la poesía y la novela hasta la ebullición del significante en “Nadie Nada Nunca“ de Saer, o en el vacío del signo en “El silenciero“ de Di Benedetto, en la negación del signo en “El Museo de la Novela de la Eterna“, de Macedonio. Esa larga comba, esa trayectoria disolutiva, esa construcción paradojal del vacío del signo, responde al planteo de Libertella cuando, tras describir a la red de comunicaciones actuales como una impalpable e instantánea mordaza, se pregunta: “¿cómo será el arte en esa aldea global atada? Invisible, silencioso... ¿y la literatura? Un fantasma ilegible“ Cierta producción argentina de los últimos ańos parece responder: un fantasma ilegible como Macedonio, una escritura que se construye como signo nuevo desde la disolución invisible del signo, como la de Saer, una mirada que socava y reconstruye la memoria histórica, como signo recién parido, en Andrés Rivera. Una palabra, en fin, necesariamente silenciosa e invisible detrás del aparatoso simulacro del mercado, esa inmensa red que Libertella llama “la aldea global atada“.”

En Tribuna Digital


César Aira

“Las novelas que he escrito son el desliz más profundo a cualquier teoría porque en cada una cambio de estilo, y cambio de ideas. Siempre creí que en la vida real hay tan poca libertad que hay que inventarse un lugar donde se la pueda ejercer plenamente. Cuando he escrito crítica, ensayos o artículos me obligué a hacerlo a partir de cierto momento porque pensé que si seguía escribiendo ficción solamente iba a perder todas esas reflexiones que yo estaba haciendo todo el tiempo al escribir; no quería que se pierda el testimonio de esa experiencia. Entonces me obligué a aprender a escribir ensayos. Y todavía no he perdido esa sensación tan desagradable de que cuando estoy escribiendo uno hay alguien mirando por encima de mi hombro diciendo “esto sí, esto no”. Porque ahí sí hay como una necesidad de decir algo coherente. Mientras que en la novela el profesor desaparece y puedo decir cualquier cosa, y a veces me excedo.”

Reporteado por Gustavo López y Luis Sagasti


Luis Chitarroni

“Desde Borges, el ensayo argentino se ampara en el precio -no en el valor- de una idea y en la oportunidad de repetirla a lo largo de todo el texto, incluidas la notas al pie. Los ensayos de Aira revelan otra condición, además de no tener notas al pie. En ellos se ve aparecer una elaboración que establece, sin hacerse evidente, el registro de cualquier circunstancia o simulacro de pensamiento:es la que borra como secundaria -y por lo tanto obvia- la demoledora explicación. En la medida en que el olvido es "la única sensación pura", como se sostiene en La costurera y el viento, el relato progresa o regresa sin alarmas a pesar de la omisión de transiciones convencionales. Esta conducta prevalece en El congreso de literatura y solicita nuestra lectura, nuestro agradecimiento y nuestra felicidad.”

Leído acá.


David Foster Wallace

“Aprender a pensar significa realmente aprender a ejercitar algún control sobre cómo y el qué pensar. Significa estar lo bastante consciente y alerta para escoger a qué prestarle atención, y escoger cómo se construye el significado a partir de la experiencia. Porque si uno no puede ejercitar este tipo de opciones en la vida adulta, está totalmente jodido. Es como el viejo tópico: la mente es un gran sirviente pero un mal amo. Este tópico, tan patético y poco atractivo en la superficie (como tantos otros), expresa en realidad una gran y terrible verdad. No es coincidencia que los adultos que se suicidan por arma de fuego siempre se pegan un tiro en la cabeza. Le pegan un tiro al amo terrible. Y la verdad es que la mayor parte de esos suicidas llevan ya muertos mucho tiempo antes de apretar el gatillo.”

Leído acá.