viernes, 24 de julio de 2009

Literatura, cultura pop y activismo

Pasado, presente y futuro de las nociones de autoría e intervención


HJ3: La Wikipedia describe el movimiento como una “reputación abierta”, dando a entender que el nombre Luther Blissett podía ser asumido y utilizado por cientos de participantes diversos. ¿Podéis explicar el concepto de “reputación abierta” y qué insinúa sobre la naturaleza de la autoría en la cultura contemporánea?

WM2. “Reputación abierta” significa que los diversos participantes en el juego del “nombre múltiple” no eran jirones de un conflicto de personalidad esquizofrénico, sino varias facetas de una sola identidad. Cada vez que tú utilizabas el nombre “Luther Blissett”, hacías algo más que adherir a un proyecto: te convertías en Luther Blissett, eras Luther Blissett.
En el planeta Tlön, el famoso mundo imaginario inventado por Jorge Luis Borges, “es raro que los libros estén firmados. No existe el concepto del plagio: se ha establecido que todas las obras son obra de un solo autor, que es intemporal y es anónimo.” Y no es por azar que según una de las escuelas filosóficas de Tlön, “todos los hombres que repiten una línea de Shakespeare, son William Shakespeare.


Creo que Luther Blissett ha sido un experimento de filosofía práctica. Luther ha desafiado la creencia en el Autor como genio individual, recitando una fábula con moraleja sobre cómo funciona la creatividad efectivamente.
Nosotros creemos que cualquier autor es un autor colectivo.
Hace ya varios años, el mundo de la literatura supo que Raymond Carver no era realmente Raymond Carver. Los originales de Carver eran mucho más largos que las versiones que se publicaban. Las partes superfluas fueron eliminadas por su editor, Gordon Lish. Los finales de Carver, en realidad, eran los finales de Lish.
Se me ocurre una pregunta: ¿qué hubiera pasado si Lish no fuera un editor sino solamente un amigo de Carver? Imaginemos que Gordon Lish fuera un funcionario de correos que viviera enfrente de la casa de Carver. Una noche Carver llama a la puerta de Lish y le dice: “Vamos al bar a tomar una cerveza, necesito tu opinión sobre la historia que estoy escribiendo”. Carver lee el relato a Lish, y este le comenta: “Es buena, pero se estira más de lo necesario. ¿Y si le quitas el último párrafo? El final sería más incisivo, ¿no crees?” Carver vuelve a su casa y sigue el consejo de Lish. Y nosotros, los lectores, nunca sabríamos acerca de esta conversación. No pasaría nada.
Carver sigue siendo Carver, y nosotros seguiremos hablando sobre los finales un cambio epocal desde los sistemas de comunicación verticales hacia redes horizontales y medios personalizados!)


Podían describir a Luther Blissett, por ridículo que parezca, como el sheriff de Nottingham podía describir a Robin Hood. Luther Blissett era una persona... bueno, una especie de persona, en el sentido que era una figura antropomórfica, y encarnaba literalmente todo lo que estaba sucediendo. En casa tengo una pila de recortes de diarios de veinte centímetros de alto, hojéalos y encontrarás todo tipo de definiciones para Blissett: “terrorista cultural”, “bandido de la información”, “pirata informático”, “guerrillero digital”...
En 1996-97 Italia y Europa fueron embestidas por una marea de pánico moral y paranoia colectiva sobre el asunto de la pedofilia. De repente Internet era descrita como un lugar diabólico, más peligroso que cualquier otro lugar, el bosque donde los abusadores de niños acechaban por detrás de los árboles, esperando a Caperucita Roja. No importaba que en Italia el 91% de los abusos a menores denunciados tenía lugar dentro la familia y nada que ver con los ordenadores: Internet era el nuevo demonio del populacho. Los “mediadores” tradicionales tenían el pretexto para desahogar sus angustias contra Internet y calumniar a quienes habían osado prescindir de ellos.
Es entonces que el Luther Blissett Project comienza a organizar complejas mofas mediáticas sobre temas morbosos como la pedofilia, Internet y las violencias rituales satánicas. Queríamos demostrar que ese tipo de noticias sensacionalistas era recogido y publicado en la prensa sin verificación alguna.
Varios promotores de pánico han hecho el ridículo a causa nuestra. Alguno de ellos, muy enfadados, dijeron que despistando a la prensa nosotros estábamos protegiendo los verdaderos pedófilos. Una lógica interesante: si no hay pedófilos, los inventamos, y si alguien comprueba que los inventamos, les acusaremos de defender a los pedófilos... ¡que en principio no existen!


En un caso en particular, Luther Blissett condujo una contra-investigación de base sobre un caso judicial en Bolonia, en el cual un grupo de fans de heavy metal llamados los “Niños de Satanás” fueron convertidos en chivos expiatorios por las autoridades legales locales. Fueron arrestados durante una operación muy mal organizada contra ciertas presuntas violencias rituales.
Ninguna prueba, ningún testimonio confiable, nada de nada. Por supuesto, ellos fueron calumniados salvajemente en los medios, por lo menos al comienzo, y se ha escrito mucho sobre los “sitios web secretos para pedófilos” y otras cosas por el estilo. Luther Blissett, gracias a algunos golpes bien planificados, logró instalar en la opinión pública una duda razonable acerca de la solidez de las acusaciones. Finalmente fueron absueltos e indemnizados por el Estado tras dieciocho meses de injusta detención.
Gradualmente el pánico moral disminuyó y Luther Blissett pasó a otras tácticas y objetivos (por ejemplo, el mundo del arte erudito y la Santa Sede), cuatro nos concentramos en la operación “Dien Bien Q”, y el resto de la red se preparaba para el final del plan quinquenal de Blissett.
Mirando hacia atrás, me doy cuenta que Luther Blissett fue un precursor de la colisión entre los viejos y los nuevos medios, en un momento en el que el límite entre lo viejo y lo nuevo era más nítido que cuanto es ahora y había menos intersecciones: sólo unos cuantos periódicos tenían una edición en línea, los periodistas no tenían sus propios blogs y el file-sharing todavía no era un fenómeno masivo.

De la charla entre Wu Ming y Henry JenkinsNarración colectiva y cultura popular”. Puede leerse completa acá.

Las imágenes son del inigualable Ryan Heshka.